domingo, 29 de diciembre de 2019


                                    La escala de lo real –el hombre-
      “El cristianismo es un religión histórica: el tiempo ha sido siempre su cuarta dimensión. En el estudio de  las  relaciones  del hombre con Dios el tiempo es vital. Su relación con Dios tiene una historia, una forma, un desarrollo, de hecho una trama. Importa enormemente cuando nació un hombre. No se trata de un  mundo estático y superior con el que el hombre ha mantenido, y sólo podía haber mantenido, una relación fija y constante. Entre el mundo y nosotros ha habido un buen número de cambios en cuanto a las relaciones. Las cosas que han sucedido forman parte de nuestra religión tanto como las cosas mismas que ahora existen. Desconocer la historia es no conocer la religión, y no conocer la religión es no conocer la realidad. Pues los hechos de religión no son simplemente hechos de religión, sino hechos, los hechos más importantes.
       En resumen, contemplamos la circunstancia como reducible a una acción de tres actores en cuatro actos. Los actos son Dios, Adán y Cristo: todos ellos se han relacionando con nosotros de varios modos, y no tenemos la menor esperanza de poder entendernos a nosotros mismos si no les entendemos previamente a ellos.
     Los actos corresponden a los siguientes cuatro acontecimientos: la creación, la caída, la redención y el juicio. Conociendo esta circunstancia tenemos conciencia de dónde nos hayamos, de lo que somos y para qué existimos; conociendo la totalidad podemos conocer el lugar que ocupamos en la acción y establecer nuestra relación con cualquier otra cosa que se dá en ella. No nos es dado alterar la circunstancia, pues ella es la realidad.
    Como ya hemos dicho no nos es posible escapar de ella, no existe ningún lugar al que escapar, pues aparte de ella sólo existe la nada. La única cosa que se nos ha dejado a nuestra propia elección es la actitud mental que podemos adoptar frente a ella….
    Existimos en un universo y tanto el universo como nosotros hemos sido creados por Dios; comenzamos a vivir nacidos de Adán y envueltos en los resultados de su caída; estamos destinados a un destino sobrenatural y sólo podemos alcanzarlo entrando en posesión de una vida sobrenatural por medio del renacer en Cristo nuestro Redentor. Únicamente alcanzamos nuestra propia plenitud, es decir la condición de ser todo cuanto estamos llamados a ser y de obrar todo cuanto estamos destinados a obrar, como miembros del  cuerpo místico de Cristo. Estos son los hechos insoslayables acerca  de nosotros mismos. No tener conciencia  de  uno cualquiera de los elementos que se dan en ellos es falsificarlo todo. Todo lo que se proponga hacer respecto a los hechos, es tan solo ignorancia y error, obscuridad y doble obscuridad, si previamente no se han comprendido estas cosas.
      Esta obscuridad no podemos conseguir correctamente nuestra relación respecto a la nada. El sociólogo, por ejemplo, no está  directamente  interesado en la relación de los hombres con Dios, sino en la relación de unos hombres con otros, y esto, es gran parte, es también verdad para el novelista. Pero los hombres están efectivamente relacionados con Dios, caídos en Adán, redimidos por Cristo y en su camino hacia el cielo o infierno, y si el novelista o el sociólogo ignoran esto, no conocen a los hombres, es decir, ignoran el objeto de su propio interés. Aun lo que ven no lo ven correctamente”.
                                                  (F. J. Sheen, Teología y sensatez, p. 3245-326, Editorial Herder)



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