La escala de lo real
–el hombre-
“El cristianismo es un religión
histórica: el tiempo ha sido siempre su cuarta dimensión. En el estudio de las
relaciones del hombre con Dios el
tiempo es vital. Su relación con Dios tiene una historia, una forma, un
desarrollo, de hecho una trama. Importa enormemente cuando nació un hombre. No
se trata de un mundo estático y superior
con el que el hombre ha mantenido, y sólo podía haber mantenido, una relación
fija y constante. Entre el mundo y nosotros ha habido un buen número de cambios
en cuanto a las relaciones. Las cosas que han sucedido forman parte de nuestra
religión tanto como las cosas mismas que ahora existen. Desconocer la historia
es no conocer la religión, y no conocer la religión es no conocer la realidad.
Pues los hechos de religión no son simplemente hechos de religión, sino hechos,
los hechos más importantes.
En resumen, contemplamos la
circunstancia como reducible a una acción de tres actores en cuatro actos. Los
actos son Dios, Adán y Cristo: todos ellos se han relacionando con nosotros de
varios modos, y no tenemos la menor esperanza de poder entendernos a nosotros
mismos si no les entendemos previamente a ellos.
Los actos corresponden a los
siguientes cuatro acontecimientos: la creación, la caída, la redención y el juicio.
Conociendo esta circunstancia tenemos conciencia de dónde nos hayamos, de lo
que somos y para qué existimos; conociendo la totalidad podemos conocer el
lugar que ocupamos en la acción y establecer nuestra relación con cualquier
otra cosa que se dá en ella. No nos es dado alterar la circunstancia, pues ella
es la realidad.
Como ya hemos dicho no nos es
posible escapar de ella, no existe ningún lugar al que escapar, pues aparte de
ella sólo existe la nada. La única cosa que se nos ha dejado a nuestra propia
elección es la actitud mental que podemos adoptar frente a ella….
Existimos en un universo y tanto
el universo como nosotros hemos sido creados por Dios; comenzamos a vivir
nacidos de Adán y envueltos en los resultados de su caída; estamos destinados a
un destino sobrenatural y sólo podemos alcanzarlo entrando en posesión de una
vida sobrenatural por medio del renacer en Cristo nuestro Redentor. Únicamente
alcanzamos nuestra propia plenitud, es decir la condición de ser todo cuanto
estamos llamados a ser y de obrar todo cuanto estamos destinados a obrar, como
miembros del cuerpo místico de Cristo.
Estos son los hechos insoslayables acerca
de nosotros mismos. No tener conciencia
de uno cualquiera de los
elementos que se dan en ellos es falsificarlo todo. Todo lo que se proponga hacer respecto a los hechos, es tan solo
ignorancia y error, obscuridad y doble obscuridad, si previamente no se han
comprendido estas cosas.
Esta obscuridad no podemos
conseguir correctamente nuestra relación respecto a la nada. El sociólogo, por
ejemplo, no está directamente interesado en
la relación de los hombres con Dios, sino en la relación de unos hombres con
otros, y esto, es gran parte, es también verdad para el novelista. Pero los
hombres están efectivamente relacionados con Dios, caídos en Adán, redimidos
por Cristo y en su camino hacia el cielo o infierno, y si el novelista o el
sociólogo ignoran esto, no conocen a los hombres, es decir, ignoran el objeto
de su propio interés. Aun lo que ven no lo ven correctamente”.
(F. J. Sheen, Teología y sensatez,
p. 3245-326, Editorial Herder)
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