martes, 2 de marzo de 2021

 

JESÚS, COMO AMIGO
Capítulo 1, 1ª parte, del libro Ascética meditada, autor Salvador Canals

En este puñado de tierra que son nuestras pobres personas –que somos tú y yo-, hay, amigo mío, un alma inmortal que tiende hacia Dios, a veces sin saberlo: que siente, aunque no se dé cuenta, una profunda nostalgia de Dios; y que desea con todas sus fuerzas a su Dios, incluso cuando lo niega.

Esta tendencia hacia Dios, este deseo vehemente, esta profunda nostalgia, quiso el mismo Dios que pudiéramos concretarla en la persona de Cristo, que fue sobre esta tierra un hombre de carne y hueso, como tú y como yo. Dios quiso que este amor nuestro fuese amor por un Dios hecho hombre, que nos conoce y nos comprende, porque es de los nuestros; que fuera amor a Jesucristo, que vive eternamente con su rostro amable, su corazón amante, llagados sus manos y pies y abierto su corazón: Iesus Christus heri et hodie, ipse et in saecula, que es el mismo Jesucristo ayer y hoy y por los siglos de los siglos.

Pues ese mismo Jesús, que es perfecto Dios y hombre perfecto, que es el camino, la verdad y 
la vida, que es la luz del mundo y el pan de la vida, puede ser nuestro amigo si tú y yo 
queremos. Escucha a San Agustín, que te lo recuerda con clara inteligencia con la profunda 
experiencia de su gran corazón: Amicus Dei essem si voluero, sería amigo de Dios si lo quisiera.

Pero para llegar a esta amistad hace falta que tú y yo nos acerquemos a Él, lo conozcamos y lo amemos. La amistad de Jesús es una amistad que lleva muy lejos: con ella encontraremos la felicidad y la tranquilidad, sabremos siempre, con criterio seguro, cómo comportarnos; nos encaminaremos hacia la casa del Padre y seremos, cada uno de nosotros, alter Christus, pues para esto se hizo hombre Jesucristo: Deus fit homo ut homo fieret Deus, Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera Dios.

Pero hay muchos hombres, amigo mío, que se olviden de Cristo, o que no lo conocen ni quieren conocerlo, que no oran y no piden in nomine Iesu, en nombre de Jesús, que no pronuncian el único nombre que puede salvarnos, y que miran a Jesucristo como a un personaje histórico o 
como una gloria pasada, y olvidan que El vino y vive ut vitan habeant et abundantius habeant, 
para que todos los hombres tengan la vida y la tengan en abundancia.

Y fíjate que todos estos hombres son los que han querido reducir la religión de Cristo a un 
conjunto de leyes, a una serie de carteles prohibitivos y de pesadas responsabilidades. 
Son almas afectas de una singular miopía, por la cual ven en la religión tan sólo lo que deprime; inteligencias minúsculas y unilaterales, que quieren considerar el Cristianismo como si fuera una máquina calculadora; corazones desilusionados y mezquinos que nada quieren saber de las 
grandes riquezas del corazón de Cristo; falsos cristianos, que pretenden arrancar de la vida 
cristiana la sonrisa de Cristo. A éstos, a todos estos hombres, querría yo decirles: Venite et 
videte, venid y veréis. Gustate et videte quoniam suavis est Dominus, probad y veréis qué 
suave es el Señor.

La noticia que los ángeles dieron a los pastores en la noche de Navidad fue un mensaje de 
alegría: Ecce enim evangelizo vobis gaudium magnum, quod erit omni populo; quia natus est 
vobis hodie Salvator, qui es Christus Dominus, in civitate David. Vengo a anunciaros una gran 
alegría, una alegría que ha de ser grande para todo el mundo: que ha nacido hoy para vosotros 
el Salvador, que es Cristo nuestro Señor, en la ciudad de David.

El esperado de las gentes, el Redentor, el que habían ya anunciado los profetas, el Cristo, 
el Ungido de Dios, nació en la ciudad de David. El es nuestra paz –ipse est pax nostra
nuestra alegría; y por ello invocamos a la Virgen Maria, Madre de Cristo, con el título 
de Causa nostrae laetitae, causa de nuestra alegría.

                                                ++++++++++++++++++++++++++++

No hay comentarios:

Publicar un comentario