GUARDA DEL
CORAZÓN, 2ª parte y última
“Guardar
el corazón quiere decir también amar con pureza y con pasión a quienes debamos
amar, y excluir al mismo tiempo los celos, las envidias y las inquietudes, que
son causas ciertas de desorden en el amar.
Guarda del corazón quiere decir, siempre, orden en el amar. La ciencia de
la guarda del corazón enseña al cristiano a descender a las profundidades
de su alma para descubrir allí sus
movimientos y sus tendencias.
¡Qué
pocas son las personas que tienen el valor de mirar con ojos sinceros a esa
fecunda y oculta fuente de la vida humana que es el corazón! ¡Cuántas maldad y
cuánta grandeza viven y vibran escondidas en el corazón humano! Si probamos,
amigo mío, a afrontar nuestro corazón, no tardaremos en descubrir que Dios, la naturaleza y el demonio son los tres
eternos protagonistas del combate espiritual que cada día se desenvuelve allí.
Y nos daremos también perfecta cuenta de que las batallas de Dios se ganan o se
pierden en el corazón.
Comprenderemos,
de este modo, la profundidad del reproche dirigido por Jesús a los fariseos: Populus
iste labiis Me honorat, cor auten eorum longe est a Me, este pueblo me
honra con los labios, pero su corazón está lejos de Mí. El Señor que ama a los
limpios de corazón y que quiere instaurar su reino en los corazones, no puede aceptar este servicio de hipócrita y formal.
Un
alma habituada a la vigilancia del corazón se da cuenta de que la mayor parte
de sus acciones son exclusivamente naturales o mixtas de naturaleza y de
gracia: puede comprobar, con pena y dolor, cuán pocas veces realiza acciones
que deriven por entero de la gracia y que sean perfectamente sobrenaturales. Pues el carácter sobrenatural
de una acción está continuamente amenazado por todas partes; al principio, en
su transcurso y en su final.
Por
eso esas almas convierten la guarda del corazón en una continua vigilancia de
la propia intimidad, en una presencia
en todas sus acciones en el mismo momento de realizarlas. Si imaginamos al
corazón como un campo de batalla, podemos decir que esa ciencia enseña a vivir
continuamente como los centinelas en las avanzadas.
Verdad
es que el camino no es fácil, pero cuando el corazón ha alcanzado la
purificación completa, Dios nuestro Señor, con su presencia y con su amor,
ocupa el alma y todas sus potencias: memoria, inteligencia, voluntad. Y de este
modo la pureza del corazón conduce al hombre a una unión con Dios, unión a la
que normalmente no llevan los demás caminos.
Una
vez que haya alcanzado la pureza del corazón, el alma podrá practicar con
facilidad todas las virtudes que las ocasiones de la vida le reclamen; y
poseerá igualmente el alma, el espíritu y, por decirlo así, la esencia de
cuantas virtudes no tenga ocasión de practicar; y eso es lo que Dios nuestro
Señor desea.
En
la escuela del corazón podemos aprender, en un instante, más cosas de cuantas
nos puedan enseñar en un siglo los maestros de la tierra. Sin la guarda del
corazón, por más que queramos empeñarnos, no llegaremos nunca a la santidad;
con ella, en cambio, y sin otras acciones externas, se han santificado muchas
almas. Y, por otra parte, éste es, amigo mío, el camino que conduce a la
felicidad, al sereno y completo descanso del corazón en Dios”.
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Del libro Ascética
meditada, Salvador Canals, Colección Patmos, p. 41-44)