CELIBATO Y CASTIDAD, 3ª parte, continúa
“La castidad perfecta es, sí, una renuncia, lo sabemos y no queremos ignorarlo: la castidad perfecta es una renuncia al placer carnal, es una renuncia al amor conyugal y es una renuncia a la paternidad. Pero es una renuncia llena de luz y de amor.
Es una renuncia de amor, porque -te lo repito- el amor es por naturaleza exclusivo y el que ama de nada se priva y cuando se priva de todo lo que no es su amor. Y cuando este amor es Dios, cuando este amor es Cristo, la exclusividad no sólo no cuesta, sino que encanta.
El vacío de esa renuncia se ve colmado de modo maravilloso y superabundante por el mismo Dios: el amor de Dios nos hace felices y nos llena: nada nos falta.
La castidad es amor, amor exclusivo de Dios, un amor que no nos pesa, un amor de Dios que nos hace ligeros y ágiles y que, al mismo tiempo, nos colma de una profunda y serena felicidad. Y como la castidad es amor, habremos de repetir con nuestras vidas siempre jóvenes y llenas de entusiasmo de los enamorados, aquellas palabras con las que un amor espiritual concluía una serie de hermosas páginas escritos sobre esta virtud: hemos defendido nuestro derecho al amor.
(Salvador Canals, Ascética meditada,
en Colección Patmos 110, p. 95-96, Ediciones Rialp)
No hay comentarios:
Publicar un comentario