ELOGIO DE LA VIDA SENCILLA, José María Pemán, 1898-1981
Vida inquieta, frenesí / de la ambición desmedida… / ¡Qué mal comprende la vida /
el que la compense así la vida es soplo de hielo / que va marchitando flores; /
no las riegues con sudores / ni las labres con desvelo:
la vida no lo merece: / que esa ambición desmedida / es planta que no florece /
en los huertos de la vida.
Necio es quien lucha y se abona / de su porvenir en pos: / gana hoy pan y deja a Dios /
el cuidado de mañana. Vida serena y sencilla, / yo quiero abrazarte a ti, /
que eres la sola semilla / que nos da flores aquí.
Conciencia tranquila y sana / es el tesoro que quiero; / nada pido y nada espero /
para el día de mañana. Y así, se me da ese día / algo, aunque poco quizás, /
siempre me parece más / de lo que yo pedía.
Ni voy de la gloria en pos, / ni torpe ambición me afana, / y al nacer cada mañana /
tan sólo le pido a Dios casa limpia en que albergar, / pan tierno para comer, /
un libro para leer y un Cristo para rezar; / que el que se esfuerza y se agita /
nada encuentra que le llene, / y el que menos necesita / tiene más que el que más tiene.
Quiero gozar cuanto pueda, / y, con acierto y medida, / gastar moneda a moneda /
el tesoro de mi vida más no quiero jamás / como el que amontona el oro /
y no goza del tesoro / por acrecentarlo más.
Quiero gozar sin pasión / esperar sin ansiedad; sufrir con resignación /
morir con tranquilidad; / que al llegar mi poster día, / quiero pensar y decir: /
“Viví como viviría / si ahora volviera a vivir. Viví como peregrino, /
que, olvidando los dolores, / pasó cogiendo las flores /
de los lados del camino: cantando he dejado atrás / la vida que recorrí; /
pedí poco y tuve más / de lo poco que pedí; que si nadie me envidió /
en el mundo necio y loco, / en ese mundo tramposo / he envidiado a nadie yo”.
Tras los honores no voy; / la vida es una tirana, / que llena de honores hoy /
al
que deshonra mañana.
No quiero honores de nombres; / vivo sin ambicionar, /
que ese es honor que los
hombres / no me lo pueden quitar.
He resuelto despreciar / toda ambición desmedida / y no pedirle a la vida /
lo que no me puede dar. He resuelto no correr / tras un bien que no me calma; /
llevo un tesoro en el alma / que no quiero perder, y lo guardo porque espero /
que he morir confiado / en que se lo llevo entero / al Señor, que me lo ha dado.
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