viernes, 22 de abril de 2022

 

1, LOS “LIBROS HISTÓRICOS” EN EL CONJUNTO DEL

ANTIGUO TESTAMENTO

 

     “El título de este segundo volumen de la Sagrada Biblia, “Libros históricos del Antiguo Testamento”, requiere una breve aclaración pues no todas las Biblias contienen los mismos libros del Antiguo Testamento, ni tampoco éstos aparecen siempre en el mismo orden. Las diferencias obedecen a razones de carácter histórico y de algún modo afectan a la interpretación de los libros.

     Muchos judíos del tiempo de Jesucristo reconocían la autoridad de la Ley y de los Profetas, y admitían que había también otros libros sagrados que no estaban incluidos en ninguno de esos grupos, por lo que les denominaban simplemente “escritos”. Sin embargo, aún no se había llegado a un consenso sobre el carácter sagrado de algunos libros concretos. De hecho, circulaban muchas obras que finalmente no fueron incluidas en las listas de libros sagrados judíos ni cristianos.

     Los códices transmitidos en el judaísmo rabínico posterior a Jesucristo presentan los libros de la Biblia agrupados en tres secciones: “Ley”, “Profetas” y “Escritos”. En cambio, los códices en lengua griega que contienen las escrituras de ambos Testamentos suelen agrupar los libros del Antiguo de un modo distinto.

     La tradición cristiana, que hizo suya la clasificación griega, considera “libros históricos” tanto los que forman el Pentateuco (Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio) como los de Josué, Jueces, Rut, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes, 1 y 2 Crónicas, Esdras, Nehemías, Tobías, Judit, Ester y 1 y 2 Macabeos que suelen colocarse al final de todo el Antiguo Testamento. Los “libros poéticos y sapienciales que en el canon cristiano vienen a continuación, incluyen los de Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Sabiduría y Eclesiástico. Por último, los “libros proféticos” comprenden Isaías, Jeremías (con Lamentaciones y Baruc), Ezequiel y Daniel, y los doce profetas menores (Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías.

     Esta clasificación refleja una concepción teológica de la Sagrada Escritura distinta de la que subyace en la Biblia transmitida en hebreo, que es heredera del rabinismo y que está centrada en torno a la Ley. Para la Iglesia los libros históricos del A. T. constituyen una narración ordenada cronológicamente (aunque con repeticiones y digresiones), que comienza en los orígenes del mundo y del hombre, sigue con los Patriarcas, la estancia de Israel en Egipto y el éxodo, la peregrinación por el desierto, el establecimiento en la tierra prometida, la monarquía, el destierro y la restauración en la época persa, hasta la revuelta macabea frente a la helenización de Palestina. Una historia que se interrumpe a las puertas de nuestra era. A continuación se sitúan los libros poéticos y didácticos, cuyo contenido pone al lector ante Dios -en la oración- y ante el mundo -mediante la sabiduría-, y le permite atisbar nuevas perspectivas sobre el ser y el actuar de Dios.

     Esta clasificación de los libros del A.T. permite entender mejor la manifestación gradual de Dios a los hombres: la Revelación divina ha culminado en Cristo y sólo a la luz del acontecimiento pascual (la muerte y resurrección de Jesús) se encuentra el sentido definitivo de la Sagrada Escritura. Con Él la historia llega a su plenitud. De Él hablan la Ley y los Profetas. Él ha venido a traer la salvación a todos los hombres, judíos y gentiles. La Ley o Pentateuco no es, pues, para la fe cristiana la plasmación definitiva de la voluntad de Dios, como se presupone en la Biblia hebrea, sino el comienzo de la historia de la salvación que se completará en Jesucristo” (selección, continúa)

 

     (Facultad de Teología Universidad de Navarra, Sagrada Biblia, Comentario, p.199-201)

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