miércoles, 27 de abril de 2022

 

                                   LA IMAGINACIÓN, segunda y última parte

   “Si lo que tanto nos hace sufrir y tan fuertemente nos agobia fuese de verdad la cruz que el Señor nos manda, la Cruz de Jesús, una vez que la hubiésemos reconocido como tal y que, con fe y con amor, la hubiésemos aceptado, ya no nos debería pesar y oprimir. Porque la Cruz de Jesús, la Santa Cruz, no es fuente de tristeza o de abatimiento, sino de paz y de alegría.

     En cambio, si levamos sobre nuestros hombros una cruz humana e imaginaria, o la producida por nuestra rebeldía interior contra la verdadera Cruz, entonces estamos tristes y preocupados.
     Pero este peso y esta preocupación pueden desaparecer de tu vida y dejar de agobiarte: basta con que abras los ojos de la fe y con que te decidas a cortas las alas a tu imaginación.
     Permíteme que te diga que estas cruces humanas que te aplastan con su peso no existen en la gran realidad de tu vida sobrenatural, existen sólo en tu imaginación. Llevas sobre los hombros un peso tan atroz como ridículo: un peso que en tu imaginación es una montaña y, en realidad, es un granito de arena.
     San fantasmas creados por la mente, fantasmas que la fantasía revista de colores vivaces, atribuyéndoles manos anchísimas y temerosas, y piernas ágiles y veloces. Son los fantasmas que ahora te persiguen y llenan de dolor y de agitación tu alma.
     Un pequeño gesto de tu vida de fe sería suficiente para hacerlos desvanecer. ¿Te das cuenta de qué poco basta para eliminarlos?
     A veces, admitimos en nuestra vida a otros fantasmas… Vienen de lejos: son los temores a los peligros futuros. Son temores a cosas o a peligros que ahora no existen y que no sabemos si se realizarán, pero que vemos presentes y actuales en nuestra imaginación, haciéndolos más trágicos.
     Un sencillo razonamiento sobrenatural los haría desaparecer: puesto que estos peligros no son actuales y estos temores todavía no se han verificado, es obvio que no tienes la gracia de Dios necesaria para vencerlos y para aceptarlos.
     Si tus temores se verificasen, entonces no te faltará la gracia divina, y con ella tu correspondencia tendrás la victoria y la paz.
     Es natural que ahora no tengas la gracia de Dios para vencer unos obstáculos y aceptar unas cruces que sólo existen en tu imaginación. Es necesario basar la propia vida espiritual sobre un sereno y objetivo realismo.
     Estos fantasmas no son menos peligrosos en el campo de la caridad. ¡Cuántas veces, en esta virtud, quedas víctima de la imaginación! ¡Cuántas sospechas hay sin fundamento y que sólo radican en tu mente! ¡Cuántas cosas haces pensar y decir y hacer al prójimo que este jamás ha pensado, ni dicho, ni hecho!
     Los fantasmas turban y descomponen la convivencia con las demás personas, la vida de familia.
     Esos pequeños contrastes que se dan necesariamente en todas las convivencias humanas, incluso en las de los santos, porque no somos ángeles, son agrandados y deformados por la imaginación y crean estados de ánimo duraderos que nos hacen sufrir muchísimo. Por naderías, por pequeñeces y por el juego de nuestra fantasía, se abren abismos que dividen las personas, que destruyen afectos y amistades, al corromper la unidad.
     La imaginación, además, es la gran aliada de la sensualidad y del amor propio. ¡Qué novelas te hace vivir!: fantásticos ensueños en los cuales eres el héroe, el personaje que triunfa: fantasmas que acarician tu ambición, tu deseo de mandar y de ser admirado, tu vanidad. Fíjate cuántos obstáculos para tu santidad.
     Tu vida de piedad: la oración, la presencia de Dios, el abandono en las manos de Nuestro Señor, la alegría fuerte y sobrenatural; todas estas murallas de tu vida interior quedan así amenazadas, minadas por la loca de la casa.
     Sé sobrenatural, sé objetivo. La voz de Jesús pone fin a los temores y a la aventura de los Doce del Lago de Genezaret: Habete fiduciam, Ego sun: nolite timere… Tener confianza, soy Yo: ¡no temáis!

              (Salvador Canals, Ascética meditada, p. 132-135, Colección Patmos 110, Ediciones Rialp)

 

 

 

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