LA IMAGINACIÓN, segunda y última parte
En cambio, si levamos sobre nuestros
hombros una cruz humana e imaginaria, o la producida por nuestra rebeldía
interior contra la verdadera Cruz, entonces estamos tristes y preocupados.
Pero este peso y esta preocupación pueden
desaparecer de tu vida y dejar de agobiarte: basta con que abras los ojos de la
fe y con que te decidas a cortas las alas a tu imaginación.
Permíteme que te diga que estas cruces
humanas que te aplastan con su peso no existen en la gran realidad de tu vida
sobrenatural, existen sólo en tu imaginación. Llevas sobre los hombros un peso
tan atroz como ridículo: un peso que en tu imaginación es una montaña y, en
realidad, es un granito de arena.
San fantasmas creados por la mente,
fantasmas que la fantasía revista de colores vivaces, atribuyéndoles manos
anchísimas y temerosas, y piernas ágiles y veloces. Son los fantasmas que ahora
te persiguen y llenan de dolor y de agitación tu alma.
Un pequeño gesto de tu vida de fe sería
suficiente para hacerlos desvanecer. ¿Te das cuenta de qué poco basta para
eliminarlos?
A veces, admitimos en nuestra vida a otros
fantasmas… Vienen de lejos: son los temores a los peligros futuros. Son temores
a cosas o a peligros que ahora no existen y que no sabemos si se realizarán,
pero que vemos presentes y actuales en nuestra imaginación, haciéndolos más
trágicos.
Un sencillo razonamiento sobrenatural los
haría desaparecer: puesto que estos peligros no son actuales y estos temores
todavía no se han verificado, es obvio que no tienes la gracia de Dios
necesaria para vencerlos y para aceptarlos.
Si tus temores se verificasen, entonces no
te faltará la gracia divina, y con ella tu correspondencia tendrás la victoria
y la paz.
Es natural que ahora no tengas la gracia
de Dios para vencer unos obstáculos y aceptar unas cruces que sólo existen en
tu imaginación. Es necesario basar la propia vida espiritual sobre un sereno y
objetivo realismo.
Estos fantasmas no son menos peligrosos en
el campo de la caridad. ¡Cuántas veces, en esta virtud, quedas víctima de la
imaginación! ¡Cuántas sospechas hay sin fundamento y que sólo radican en tu
mente! ¡Cuántas cosas haces pensar y decir y hacer al prójimo que este jamás ha
pensado, ni dicho, ni hecho!
Los fantasmas turban y descomponen la
convivencia con las demás personas, la vida de familia.
Esos pequeños contrastes que se dan
necesariamente en todas las convivencias humanas, incluso en las de los santos,
porque no somos ángeles, son agrandados y deformados por la imaginación y crean
estados de ánimo duraderos que nos hacen sufrir muchísimo. Por naderías, por
pequeñeces y por el juego de nuestra fantasía, se abren abismos que dividen las
personas, que destruyen afectos y amistades, al corromper la unidad.
La imaginación, además, es la gran aliada
de la sensualidad y del amor propio. ¡Qué novelas te hace vivir!: fantásticos
ensueños en los cuales eres el héroe, el personaje que triunfa: fantasmas que
acarician tu ambición, tu deseo de mandar y de ser admirado, tu vanidad. Fíjate
cuántos obstáculos para tu santidad.
Tu vida de piedad: la oración, la
presencia de Dios, el abandono en las manos de Nuestro Señor, la alegría fuerte
y sobrenatural; todas estas murallas de tu vida interior quedan así amenazadas,
minadas por la loca de la casa.
Sé sobrenatural, sé objetivo. La voz de
Jesús pone fin a los temores y a la aventura de los Doce del Lago de Genezaret:
Habete fiduciam, Ego sun: nolite timere… Tener confianza, soy Yo: ¡no
temáis! “
(Salvador Canals, Ascética meditada, p. 132-135, Colección Patmos 110, Ediciones Rialp)
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