RESUCITÓ, RESUCITAREMOS
“Hay en el mundo de la fe algo que resulta
verdaderamente desconcertante: la mayoría de los cristianos creen sinceramente
en la Resurrección de Jesús. Pero asombrosamente esta fe no sirve para iluminar
sus vidas. Creen en el triunfo de Jesús
sobre la muerte, pero viven como si no creyeran. ¿Será tal vez porque no hemos
comprendido en toda su profundidad lo que fue esa resurrección?
Recuerdo que hace bastante tiempo trataba
una de mis hermanas de explicar a un de mis sobrinillos -que tenía entonces
seis años- lo que Jesús nos había querido en su pasión y le explicaba que había
muerto por salvarnos. Y queriendo que el pequeño sacara una lección de esta
generosidad de Cristo le preguntó: ¿Y tú qué serías capaz de hacer por Jesús,
serías capaz de morir por Él? Mi sobrinillo se quedó pensativo y, al cabo de unos
segundos, respondió: “Hombre, si sé que voy a resucitar al tercer día, sí”.
Recuerdo que, al oírlo, en casa nos reímos
todos, pero yo me di cuenta de que mi sobrino pensaba de la resurrección y de
la muerte de Jesús como solemos pensar todos: que en el fondo Cristo no murió
del todo, que fue como una suspensión de la vida durante tres días y que, después
de ellos, regresó a la vida de siempre.
Pero el concepto de resurrección es, en
realidad, mucho más ancho. Lo comprenderán ustedes si comparan la de Cristo con
la de Lázaro. Muchos creen que se trató de dos resurrecciones gemelas y, de hecho,
las llamamos a las dos con la misma palabra.
Pero fíjense en que Lázaro cuando fue
resucitado por Cristo siguió siendo mortal. Vivió en la tierra unos años más y
luego volvió a morir por segunda y definitiva vez.
Jesús, en cambio, al resucitar regresó
inmortal, vencida ya para siempre la muerte.
Lázaro volvió a la vida con la misma forma
y género de vida que había tenido antes de su primera muerte. Mientras que
Cristo regresó con la vida definitiva, triunfante, completa.
¿Qué se deduce de todo esto? Que Jesús con
su resurrección no trae solamente una pequeña prolongación de algunos años más
en esta vida que ahora tenemos. Lo que consigue y trae es la victoria total sobre
la muerte, la vida plena y verdadera, la que Él tiene reservada para todos los
hijos de Dios. No se trata sólo de vivir en santidad unos años más. Se trata de
un cambio en calidad, de conseguir en Jesús la plenitud humana lejos ya de toda
amenaza de muerte.
¿Cómo no sentirse felices al saber que Él nos
anuncia con su resurrección que participemos en una vida tal alta como la suya?
Amigos míos, no temáis, lo lloréis como
los que no tienen esperanza. Jesús no dejará a los suyos en la estacada de la
muerte. Su resurrección fue la primera de todas. Él es el capitán que va delante
de nosotros. Y no a la guerra y a la muerte. Sino a la resurrección y la vida”.
(J.L. Martín
Descalzo, Días grandes de Jesús, p. 201-202, Edibesa)
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