jueves, 14 de abril de 2022

                                               TENTACIONES, segunda y última parte

     “¡Cuánta experiencia sacarás, por otra parte, de tu lucha contra las tentaciones!, experiencia que te servirá para ayudar, dirigir y consolar a muchas almas tentadas y atribuladas. Aprenderás la ciencia de la comprensión y sabrás hacerla fructificar cuando trates a las almas. La necesidad de recurrir a Dios, que se hace sentir con tanta fuerza en aquellos momentos, hará que tu vida de oración arraigue profundamente en tu alma.

     ¡Cómo crecerás en humildad y en el conocimiento de ti mismo cuando veas tus tendencias y tus inclinaciones! Tus méritos aumentarán y… - ¿por qué no? - hallarás consuelo ante la perspectiva de una maravillosa esperanza del cielo: qui seminat in lacrimis in exultarione et metet, quien siembre con lágrimas, cosechará con alegría.
     Todas estas consideraciones aumentarán tu confianza y tu visión sobrenatural. Sin embargo, deseo añadir una cosa: el peligro mayor para las almas tentadas y atribuladas es el desaliento, el hecho de que puedan pensar o admitir que la tentación es superior a sus fuerzas, que no hay nada que hacer, que el Señor las ha abandonado, que de ahora en adelante han consentido ya. Debes vivir, amigo mío, vigilante y firme contra esta tentación que, por lo general, se presenta después que uno ha luchado valerosamente y que es la más temible y fuerte de las tentaciones.
     ¡Escúchame! ¡Se puede vencer siempre! Omnia possum!, ¡todo lo puedo! Si luchas y pones los medios, la victoria es tuya. Facientibus quot est in se Deus non denegat gratiam, a quienes hacen lo que depende de ellos, Dios no niega su gracia. ¡Dios se lo hizo comprender bien a San Pablo en el momento de la tentación Sufficit tibi gratia mea! ¡Te basta mi gracia! ¡La gracia! Nunca te olvides de la gracia de Dios.
     Nuestro Señor sabe perfectamente hasta qué punto puedes resistir y sabe igualmente bien, como el alfarero, el grado de temperatura necesario para que sus vasos de elección -vas electionis- adquieran cada uno el grado de solidez y de belleza que les tiene determinados.
     No pierdas nunca la confianza, no te desmoralices, no te turbes. Te recuerdo que sentir no es consentir, que las inclinaciones sensibles y los movimientos espontáneos no dependen de tu voluntad. Basta con que resistas generosamente: sólo la voluntad puede consentir y admitir en el alma el pecado. Entre tanto, suceda lo que suceda, el Señor está contigo, en tu alma, aunque no sientas su presencia, aunque no gustes de su compañía. Está contigo -más que nunca ahora que luchas- y te dice: Ego sum, nolite ti-mere, soy Yo, no temas.
     Abre todavía más los ojos de tu alma: el Señor permite la tentación y se sirve de ella providencialmente para purificarte, para hacerte santo, para desligarte mejor de las cosas de la tierra, para llevarte a donde El quiere y por donde El quiere, para hacerte feliz en una vida que no sea cómoda, y para darte madurez, comprensión y eficacia en tu trabajo apostólico con las almas, y… sobre todo para hacerte humilde, muy humilde.
     Escucha ahora, con la visión nueva que estas consideraciones pueden haberte suscitado, estas palabras de la Sagrada Escritura: Fili, accedens ad servitutem Dei, praepara animan tuam ad tentationem (Eccli 2,1), hijo mío, si te das al servicio de Dios, prepara el ánimo a la tentación. Y tú -alma tentada y atribulada- admira la bondad de Dios que te hace gustar la esperanza del cielo estas palabras del Espíritu Santo: Beatus vir, qui suffert tentationem, quoniam cum probatus fuerit accpiet coronam vitae: bienaventurado el hombre que padece tentación, porque por haber sido probado recibirá la corona de la vida: ¡luego las tentaciones tejerán tu corona!
     Pero no olvides, amigo mío, que necesitas de armas para vencer en esta batalla espiritual. Y que tus armas han de ser éstas: oración continua; sinceridad y franqueza con tu director espiritual; la Santísima Eucaristía y el Sacramento de la Penitencia; un generoso espíritu de cristiana mortificación que te llevará a huir de las ocasiones y evitar el ocio; la humildad de corazón, y una tierna y filial devoción a la Santísima Virgen”.

       (Salvador Canals, Ascética meditada, p. 125-128, Colección Patmos nº 110, Ediciones Rialp)

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