EN PRESENCIA DEL PADRE primera parte
Haz que no falte nunca, ¡oh Señor!, en
nuestras jornadas la alegría de tu presencia, que no falte en nuestras
dificultades cotidianas, en los momentos duros, el consuelo de saberte
presente. Horas non numero nisi serenas, no cuento sino las
horas serenas: esta inscripción que, bajo un reloj, rompía con su esbelta
gracia la austeridad de un viejo muro romano, la he visto vivida y saboread en
la alegría serena que goza y difunden a su alrededor las almas que caminan en
presencia de Dios. El sentido sobrenatural de la vida -sol que está sobre el
horizonte del alma cristiana- disipará con la fuerza de la fe todas las
preocupaciones y las ansiedades cotidianas, para dejar al alma en la serenidad
de quien lo sabe mirar todo con los ojos de Dios.
Cuando vivamos, amigo mío, esta presencia
de Dios que ahora -mientras conversamos- nos está pidiendo el Señor,
aprenderemos a dirigir hacia El cada una de nuestras acciones y a vivir con una
pureza de propósitos cada vez mayor: Deo omnis gloria, para
Dios toda la gloria; ésta será la norma de todo loque hagamos. Tan sólo
entonces sabremos esfumarnos ante la grandeza y ante la eficacia de lo que la
Iglesia, Madre nuestra, nos hace pedir para todos los cristianos: …Ut
cuncta nostra oratio et operatio a Te semper incipiat et per Te coepta
finiatur, que todas nuestras acciones y operaciones empiecen siempre
en Ti y que las por Ti comenzadas lleguen a su fin. Pues sólo entonces
serenos de Cristo -ya que toda nuestra vida será suya- y todas nuestras
acciones tendrán a Jesucristo como principio y como fin.
La pureza de intenciones no es más que
presencia de Dios: Dios nuestro Señor está presente en todas nuestras
intenciones. ¡Qué libre estará nuestro corazón de todo impedimento terrenal,
qué limpia será nuestra mirada y qué sobrenatural todo nuestro modo de obrar
cuando Jesucristo reina de verdad en el mundo de nuestra intimidad y presida
toda nuestra intención!
Entonces -deja que te lo recuerde- tu alma
habrá encontrado la sencilla y clara fórmula de vivir la santidad en medio del
mundo, de buscar la perfección cristiana en todas las actividades de la vida.
Podrás santificarte en todo momento: y todo te llevará hacia Dios nuestro
Señor.
Piensa: el egoísmo y la sensualidad, el
amor propio y el resentimiento no podrán anidarse en tu alma, ni podrán ser
móvil de tus acciones, porque Jesucristo, presente en tus intenciones, te
defenderá de todo avasallamiento impedirá cualquier intervención del enemigo de
tu santidad, siempre dispuesto a sembrar cizaña ocultamente. Pero en las almas
que viven en presencia de Dios no hay cizaña; todo en ellas es buen trigo. Y
con la ayuda de Cristo -meta y razón de nuestra vida- podrás tener alejado de
tu alma ese sueño que favorece la aproximación del enemigo: y todo en ella será
vigilancia y atención dirigida a la presencia del Señor”. Continúa
(Salvador Canals, Ascética meditada, p. 141-144, Colección Patmos n. 110, Ediciones Rialp)
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