EXAMEN DE CONCIENCIA
Primera
parte
En el momento de nuestro encuentro con
Jesús pasarán rápidamente ante nuestros ojos las páginas del libro de nuestra
vida, en el cual estará escrito todo lo que hicimos durante nuestros días
terrenales.
Y así, para no tener sorpresas en el
último momento, a mí me gusta muchos, amigo mío, coger con mis propias manos
ese libro que, mientras vivo, voy, quiera o no, escribiendo. Me gusta cogerlo,
abrirlo y ponerlo ante los ojos de mi alma. ¡Qué fácil y qué útil es esto en el
momento de la oración, en el momento de examinar la propia conciencia!
Acostumbro entonces a pensar que cada día
de mi vida es una página de este libro; y cuando empiezo a vivir una jornada me
hallo ante una hoja de papel en blanco. Y a veces recorro velozmente todas las
hojas escritas y dejo volar también las páginas blancas, esas sobre las cuales
nada he escrito aún, porque todavía no ha llegado el momento. Y siempre,
misteriosamente, se me quedan algunas entre los dedos de las manos, esas mismas
que no sé si llegaré a escribir, porque no sé cuándo me pondrá el Señor por
última vez ese libro ante los ojos.
Y estas páginas blancas que empezamos a
garabatear cada día, a mí me gusta encabezarlas con una sola palabra: ¡Serviam!,
¡serviré!, que es un deseo y una esperanza.
Deseo, porque sinceramente quiero que toda
la página tenga ese sentido. Quiero, efectivamente, servir a Dios escribiendo
derecho y escribiendo lo que Él quiere.
Esperanza, porque con la gracia de Dios,
confío en hacer todo lo que deseo.
Después de este comienzo -deseo y
esperanza-, quiero trazar palabras y frases componer párrafos y llenar la hoja
con una escritura clara y nítida. Lo cual no es más que el trabajo, la oración,
el apostolado; es decir, toda actividad de mi jornada”. Continúa
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