viernes, 28 de octubre de 2022


DESDE ALLÍ HA DE VENIR A JUZGAR
A LOS VIVOS Y A LOS MUERTOS
El Símbolo de los Apóstoles. Artículo 7

      Otros, en cambio, se salvarán después de ser juzgados, los que hayan muerto en estado de justicia. Si bien murieron en gracia, en el manejo de las cosas temporales fallaron en algún punto; por esto serán juzgados, pero se salvarán.
      La materia del juicio serán todas las obras, buenas y malas; “Anda por donde el corazón te lleve…, pero a sabiendas de que por todo ello Dios te llamará a juicio” (Eccl 1,9). “Toda obra, buena o mala, la emplazará Dios a juicio por cualquier fallo” (Eccl 12,14). Así mismo, las palabras ociosas: “De toda palabra ociosa que hayan pronunciado los hombres, darán cuenta en el día del juicio” (Mt 12,36). Los pensamientos: “Los pensamientos del impío sufrirán interrogatorio” (Sap 1,9). Y así queda explicado el desenvolvimiento del juicio.
 
B)  Este juicio es temible por cuatro motivos.
      Primero, por la sabiduría del Juez. Lo conoce todo, pensamientos, palabras y obras, puesto que “todo está desnudo y patente a sus ojos (Heb 4,13) “Todos los caminos de los hombres están patentes a los ojos de Él” (Prv 16,2). Conoce nuestras palabras: “Oído celoso todo lo oye” (Sap 1,10). Y también nuestros pensamientos: “Retorcido es el corazón del hombre, e impenetrable: ¿quién lo conocerá? -Yo, el Señor, que escudriño el corazón y examino los riñones, que doy a cada uno según su camino y según el fruto de sus artes” (Ier 17,9). Acudirán a declarar testigos infalibles, a saber, las propias conciencias de los hombres: “Atestiguando su misma conciencia, y acusándolos unas veces o incluso defendiéndolos otras sus juicios, el día en que Dios juzgue las acciones secretas de los hombres” (Rom. 2,15).
 
      Segundo, por el poder del Juez, que es omnipotente por Sí: “El Señor Dios vendrá con potencia” (Is 40,10). Y omnipotente por las criaturas, puesto que todas las cosas creadas estarán de su lado: “Peleará con Él todo el universo contra los insensatos” (Sap 5,21); de donde las palabras de Job: “No habiendo nadie que pueda librar de tu mano” (10,7). “Si subo al cielo, allí estás Tú; si bajo al infierno, te hayas presente” (Ps 138,8). Segunda parte, continúa.
 
(Santo Tomás de Aquino, Escritos de Catequesis, El símbolo de los Apóstoles, Artículo 7, p. 85-86, Colección Patmos n. 155)

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