viernes, 3 de marzo de 2023

EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA
Y DE LA RECONCILIACIÓN

    Quienes se acercan al sacramento de la penitencia obtienen el perdón de la ofensa que han hecho a Dios, por su misericordia, y al mismo tiempo se reconcilian con la Iglesia, a la que han herido con su pecado, la cual contribuye a su conversión con el amor, el ejemplo y las oraciones. Por la unción sagrada de los enfermos y por la oración de los presbíteros, toda la Iglesia encomienda los enfermos al Señor paciente y glorificado, para que los alivia y los salve.
                                                           (Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática, “Lumen gentium, nº 11)

Institución-Misericordia divina
      Nuestro Salvador Jesucristo instituyó en su Iglesia el sacramento de la Penitencia al dar a los apóstoles y a sus sucesores el poder de perdonar los pecados; así loa fieles que caen en el pecado después del bautismo, renovada la gracia, se reconcilien con Dios. La Iglesia, en efecto, posee el 
agua y las lágrimas, es decir, el agua del bautismo y las lágri­mas de la penitencia. 
                                                                                        (San Ambrosio, Epístola, n. 41)

      Consideremos cuán grandes son las entrañas de su misericordia, que no solo nos per­dona nuestras culpas, sino que promete el reino celestial a los que se arrepienten después de ellas.
                                                                   (San Gregorio Magno, Homilía 19 sobre los Evangelios)

      Si se pierde la sensibilidad para las cosas de Dios, difícilmente se entenderá el Sacramento de la Penitencia. La confesión sacramental no es un diálogo humano, sino un coloquio divino; es un tribunal, de segura y divina justicia y, sobre todo, de misericordia, con un juez amoroso que no desea la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (Ez 33,11). (San Josemaría Escrivá. Es Cristo que pasa, nº 78)

      Entre los hombres, el castigo sigue a la confesión, mientras que ante Dios a la confesión sigue la salvación. (San Juan Crisóstomo, Catena Aurea, vol. VI. p. 506)

Nueva conversión-La confesión de las culpas
      De esta contrición del corazón depende la verdad de la penitencia. Así pues, la conversión 
debe penetrar en lo más íntimo del hombre para que le ilumine cada día más plenamente y lo vaya conformando cada vez más a Cristo. (Ordo Poenitentiae, núm. 6)

      La confesión de los pecados (acusación), incluso desde un punto de vista simplemente humano, nos libera y facilita nuestra reconciliación con los demás. Por la confesión, el hombre se enfrenta a los pecados de que se siente culpable; asume su responsabilidad y, por ello, se abre de nuevo a Dios y a la comunión de la Iglesia con el fin de hacer posible un nuevo futuro. (Catec. de la Iglesia Católica, núm. 1455)

Plena sinceridad
      Algunos van con los pecados disimulándolos y como coloreando porque no parezcan tan malos,
 lo cual más es irse a excusar que a acusar. (San Juan de la Cruz, Noche oscura 1-4)

      La sinceridad en el momento de la confesión es la sinceridad ante Dios mismo; la actitud del que no es sincero es como la de quien, acudiendo a la consulta del médico para ser curado, perdiera el juicio y la conciencia de a qué ha ido, y mostrase los miembros sanos y ocultase los enfermos (…) Has de dejar que sea el médico quien te cure y vende las heridas, porque él las cubre con medicamentos. ¿Y a quién las ocultase? A quien conoce todas las cosas. (San Agustín, Comentario sobre el Salmo 31)

       Si no declaras la magnitud de la culpa, no conocerás la grandeza del Perdón.
                                                                (San Juan Crisóstomo, Homilía sobre Lázaro n. 4)

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