PREPARACIÓN PARA LA CELEBLACIÓN
DE LA SANTA MISA
Romano Guardiani, capítulo 5. El espacio sagrado
A esta norma se le objeta, en una forma tan frecuente y repetida que ya no produce ningún efecto, que se puede adorar a Dios en cualquier parte, porque cada uno “experimenta a su Dios en cualquier lugar”. Quizás el que habla así agrega, recurriendo a la Sagrada Escritura, que el verdadero lugar para adorar a Dios es “la pequeña y silenciosa habitación”. Más aún, dice que Dios, en la naturaleza, está especialmente más cerca del hombre bien intencionado y que, ante cada flor, se puede sentir interiormente su presencia, mucho más que en un templo sofocante… Muchas respuestas podrían darse a este respecto.
La Iglesia toma al mundo con mucha seriedad. Sabe que todo lo que ha sido creado por Dios es sostenido por su poder y planificado por su pensamiento. Pero también, sabe qué mundo ejerce un poder totalmente fascinante que busca arrastrar al hombre hacia sí. Por eso, aunque reconoce que toda es propiedad de Dios y quiere integrarlo en su reino, desgaja, del conjunto del mundo, un espacio que, desligado de todos los demás fines y aplicaciones, debe pertenecer exclusivamente a Dios. En ese lugar, el hombre debe sr consciente de que existe algo que es totalmente diferente de la naturaleza y de la obra humana cotidiana: lo sagrado. Usamos esta palabra de acuerdo con el significado preciso que le da la revelación, según la cual únicamente Dios es santo.
La “santidad” expresa la característica propia de su ser, es decir, que él es puro, tremenda y soberanamente puro; que él no sólo aleja de sí el mal, sino que lo aborrece y condena; que él es el bien perfecto, él mismo es el bien, por lo que todo lo que es bueno no es sino un reflejo de él; que él vive en un misterio inaccesible, con el que no hay familiaridad alguna posible, pero que constituye la meta hacia la que se encamina el más profundo y absoluto anhelo del hombre. Si queremos saber lo que es la santidad de Dios, no tenemos que escuchar las frases de los poetas, sino la doctrina de los profetas.
¿Cómo es que un lugar puede ser sagrado o santo? No puede serlo por sí mismo, porque ninguna cosa creada es tan poderosa según su propia esencia, de tal modo que pueda proporcionarle un lugar a la santidad de Dios. Un lugar sólo puede ser a ser sagrado, cuando Dios mismo la santifica.
Esto ocurre, y con esto vamos precisamente al centro de la cuestión, cuando Dios se dirige a ese lugar, se hace presente en él y lo convierte en morada suya. Pero Dios está “presente en todas partes: ¡en el cielo, en la tierra y en todo lugar! Si, Dios lo abarca todo, dispone de ello y lo sostiene, de tal modo que él no está en un lugar particular, sino que cada lugar o espacio del que se puede hablar está en él esto es cierto. Necesaria e inevitablemente, todo está en Dios, por el hecho de haber sido creado por él”.
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