“La compleja realidad de la vida religiosa dio origen en
la práctica a cuatro tendencias: saduceos, fariseos, zelotas y esenios.
Saduceos. Este nombre parece derivar de Sados, sumo sacerdote de
quien provenía, desde Salomón, todo el orden sacerdotal. Constituía este grupo un conjunto de personas
que negaban la vida futura y su retribución, porque no creían en la
resurrección y la inmortalidad personal. Rechazaban, por eso, la existencia de
ángeles y demonios, negaban el poder soberano del destino y la predestinación,
porque creían en la libertad de la voluntad humana. Se consideraban los
conservadores del espíritu del yavismo auténtico de la Torá, y aunque
creían en la promesa mesiánica, desconfiaban de cualquier movimiento mesiánico,
que brotara del entusiasmo popular. Su pragmatismo les indujo a acomodarse al
régimen establecido, a condición de que la religión fuera respetada; cabe que
sus adversarios hayan exagerado un tanto su laxismo.
Conformaban más un partido que una secta
religiosa, y sus miembros se reclutaban entre aristócratas, ricos y sacerdotes.
Fariseos -o separados- recibieron el nombre de “hassidim”, los
piadosos, por rigor con que cumplían la Ley y la Tradición, que imponían
también a los demás. Tenían por una gracia muy singular de Yavé y fuente de
gozo el estudio de la Ley y la aceptación de sus cargas. La Haggadá y la
Halachá venían a ser para ellos como un desarrollo de la Torá.
Gozaron de gran consideración e
influencia en el pueblo por su fidelidad a la Torá; y la crítica que
hace de ellos el Evangelio, resultaba extraña a sus contemporáneos.
Jesús mismo, en su piedad judía, siguió las líneas fundamentales trazadas por
su espiritualidad, aunque no sus formalismos. Veían en el pecado la grave
transgresión de la voluntad de Dios, y sólo la responsabilidad individual
podría inducir al arrepentimiento y cambio de conducta. A pesar de su
legalismo, se manifestaban abiertos a novedades religiosas, lo que les movió a
imponer al pueblo reglas que no estaban en la Ley de Moisés, conciliando así el
viejo yavismo con las novedades que a su juicio imponían los tiempos.
Entre las creencias, admitían ángeles y
demonios, alentaban la esperanza de la resurrección y esperaban el pronto
advenimiento del reino de Dios. Mantenían las ilusiones nacionalistas de
Israel, resistían a la contaminación cultural y aún religiosa helenística, y
consideraban necesaria la independencia política como condición para el mejor
cumplimiento de sus contenidos religiosos. Amados de unos, rechazados de otros,
ocupan una situación preponderante en tiempo de Jesús. Del fariseísmo salían
los mejores escribas, exégetas y juristas, que produjeron posteriormente la
obra ingente del Talmud.
(Teodoro
López, Carlos Sáez, Ángel Martín, Peregrinación a Tierra Santa, Editor
Manuel Celada, relato n. 2)
Referencias en los Santos Evangelios
Saduceos: Doctrina: Mateo 3,7; su
oposición a Cristo: Mateo 16,1-12; 22,23-33.
Fariseos: Características de la secta
y su doctrina: Mateo 3,7-9; 9,14-17; Marcos 7,1-3; 9,11-13; su oposición
a Jesús: Mateo 9,34; 12,1-14; 12,38-42; 19,1-12; Lucas 15,1-2; Juan
4,1-38,3-11; 13-18; 9,8-34; represión de Jesús: Mateo 12,33-42; 15,1-20;
21,33-46; 23,1-36; Marcos 8,11-21; Lucas 18,9-14; Juan 9,40-41.
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