jueves, 12 de octubre de 2023

Vidas ejemplares (16) San Clemente Romano
“Seamos una porción santa… practiquemos todo lo que exige la santidad”
(Carta a los Corintios, 30,1) 

Obispo de Roma en los últimos años del siglo I. San Clemente explica claramente la doctrina de la sucesión apostólica, subrayando que la Iglesia tiene una estructura sacramental, y no una estructura política, que garantiza que la Iglesia es don de Dios y no creación nuestra.

 

Según S. Ireneo, al que debemos la lista más antigua de obispos de Roma, y tal como se recogió mucho más tarde en el Canon Romano de la Misa, es el tercer sucesor de S. Pedro: Lino, Cleto, Clemente; quizás conoció a S. Pedro y a S. Pablo. Parece que era de origen judío.

 

Sólo nos ha llegado es escrito suyo, la Epístola a los Corintios. Por los datos que ella misma nos da referentes a una segunda persecución, que sería la de Domiciano, parece que fue escrita poco antes del año 96. Era tan apreciada que aún en los tiempos de Eusebio de Cesarea, según él nos dice, se seguía leyendo en las reuniones litúrgicas de algunas iglesias; de hecho, aunque la carta obedece a unas circunstancias determinadas, está escrita de manera que tenga un valor permanente y pueda ser leída ante la asamblea de los fieles.

 

El suceso que la motivó es muy interesante en sí mismo. En Corinto, la comunidad había depuesto a los presbíteros, y el obispo de Roma, al parecer sin ser solicitado, interviene para corregir el abuso, con unas expresiones que parecen ir más allá de  la normal solicitud de unas iglesias por otras y que se comprenden mejor desde la perspectiva del primado de la sede romana: Clemente casi pide perdón por no haber intervenido antes, como si éste fuera un deber suyo.

 

Además, la epístola presenta el testimonio más antiguo que poseemos sobre la doctrina de la sucesión apostólica: Jesucristo, enviado por Dios, envía a su vez a los Apóstoles, y éstos establecen a los obispos y diáconos. Los corintios han hecho mal al deponer la jerarquía y nombrar a otras personas; la raíz de estas discusiones es la envidia, de la que da muchos ejemplos, bíblicos en especial, y Clemente les exhorta a la armonía, de la que también da muchos ejemplos, sacados hasta del orden que se observa en la naturaleza. Incidentalmente, la epístola nos atestigua la estancia de S. Pedro en Roma, la muy probable de S. Pablo en España, el martirio de ambos, y la persecución de Nerón.

 

La resurrección de la carne ocupa también un lugar importante en la epístola. Se distingue además claramente entre laicado y jerarquía, a cuyos miembros llama obispos y diáconos y, a veces, presbíteros, nombre con el que parece englobar a unos y a otros; la función más importante de éstos es la liturgia. Recoge también una oración litúrgica, muy interesante, que termina con una petición en favor de los que detentan el poder civil.  

                       (Enrique Moliné, Los Padres de la Iglesia, tomo I, p. 54-55, Ediciones Palabra)

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