UNA PALABRA ETERNA
Lectura del Evangelio – Dios nos habla en la Sagrada Escritura
“A punto de concluir el ciclo litúrgico, leemos en el Evangelio de la Misa esta expresión del Señor: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Lc 21,23) Son palabras eternas las de Jesús, que nos dieron a conocer la intimidad del Padre y el camino que habíamos de seguir para llegar hasta Él. Permanecerán porque fueron pronunciadas por Dios para cada hombre, para cada mujer que viene a este mundo. Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en otro tiempo a nuestros padres por el ministerio de los profetas; últimamente, en estos días, nos ha hablado por su Hijo (Heb 1,1). “Estos días” son también los nuestros. Jesucristo sigue hablando, y sus palabras, por ser divinas, son siempre actuales.
Toda la Escritura anterior a Cristo adquiere su sentido exacto a la luz de la figura y de la predicación del Señor. San Agustín, con una expresión vigorosa, escribe que “la Ley estaba preñada de Cristo” (Sermón 96,1). Y en otro lugar afirman el santo doctor: “Leed los libros proféticos sin ver en ellos a Cristo: no hay nada más insípido, más soso. Pero descubrir en ellos a Cristo, y eso que leéis no solo se vuelve sabroso, sino embriagador (Com. Ev. san Juan 9,3). Él es quien descubre el profundo sentido que se contiene en la revelación anterior: Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras (Lc 24,45). Los judíos que se negaron a aceptar el Evangelio se quedaron como con un cofre con un gran tesoro dentro, pero sin la llave para abrirlo.
Dios es el autor que inspira los libros de ambos Testamentos, de modo que el Antiguo encubriera al Nuevo. Es conmovedor en este sentido el diálogo entre el apóstol Felipe y el etíope, ministro de Candace, que leía al Profeta Isaías. ¿Entiendes por ventura lo que lees?, le preguntó Felipe, ¿Cómo voy a entenderlo si alguien no me guía? Entonces, comenzando por esta escritura, le anunció a Jesús (Hech 8,27-35)” (Francisco Fernández-Carvajal, Hablar con Dios, tomo III, p. 1171/72)
Como sabemos, la lectura de los Santos Evangelios, son focos que iluminan el camino; majestuoso espejo donde debemos mirarnos; enseñanzas y objetivos donde aprendemos.
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