jueves, 11 de abril de 2024

PREPARACIÓN PARA LA CELEBLACIÓN
DE LA SANTA MISA: El día sagrado
Romano Guardiani, capítulo 11

   “La santidad del día del Señor no proviene, entonces, del hecho de que el hombre descansa en este día. Esta santidad no tiene su origen en el ritmo natural de la vida, como si durante seis días el hombre tuviese atado por las obligaciones y constreñido por los rines de estas últimas, y fuese libre en el séptimo día de su existencia, de tal modo que, en esta existencia libre, podría hacerse presente lo santo. Pero lo que lo que la fe y la liturgia mencionan es algo completamente diferente. La santidad del día del Señor, de la cual estamos hablando, no procede del hecho de que el hombre experimenta algo en ese día, sino de lo que Dios ha obrado realmente en él, es decir, que ha descansado. Dicho con más precisión: en relación con la creación, hay en Dios un misterio, el cual se llama su “descanso”. Nosotros no podemos entender esto, pues ¿qué es lo que significa que el Todopoderoso descanse? Pero si nos ponemos a pensar con un corazón creyente, entonces, experimentamos precisamente que debe ser algo muy profundo. Dios no sólo es el espíritu eterno -lo Absoluto del cual se suele hablar en sentido filosófico-, sino también el que obra, de quien se puede afirmar todo lo que se dice de un hombre que se entrega a su obra, se eleva, crea, ordena, configura y también descansa (Cfr. Génesis 2,2), después de haber consumado todo. El séptimo día de la semana está totalmente impregnado de este misterio, del mismo modo que los demás días lo están por el misterio del quehacer divino.

      El domingo tiene carácter casi sacramental. En el sacramento, la configuración de un proceso natural -como ser el lavado o la confesión de la culpa- está unida al imperio de la gracia. En tanto esa figura natural se realiza, la gracia se torna eficaz, de la misma manera que el acto del alma espiritual repercute en el movimiento corporal y se configura en cada acto humano. El domingo es algo parecido a esto. El esfuerzo natural que se acumula en el domingo por los seis días de trabajo, y el aflojamiento de la tensión, que se produce por el descanso dominical, configuran el acontecimiento natural en el que Dios ha insertado el misterio de su descanso, para compartirlo con nosotros. Guardar el domingo significa interiorizar el misterio del descanso divino luego de la obra de la creación del mundo, venerarlo y ponerlo de manifiesto al organizar el día.

      Tan bello es este pensamiento en sí, como tan difícil es su implementación. Si hablamos de esto, no podemos internarnos en fantasías, sino que debemos mantenernos en el plano de la realidad.

      El domingo está en peligro, justamente porque no deriva del ritmo natural de la vida. Lo que es natural de algún modo se impone. Pero la raíz del domingo está en la revelación, por eso se lo puede destruir fácilmente, aun cuando también se hace patente en este día una necesidad importante de nuestra vida natural. Pero, en forma incesante, se presentan puntos de vista económicos, sociales o de cualquier otra índole, que dejan de lado el domingo: el trabajo lo carcome, el esparcimiento ocupa el lugar del descanso y destruye la sacralidad, o no se concibe el sentido de la acción sagrada misma, por eso el descanso sólo es afirmado por obligación y da origen a un estado de aburrimiento, que es peor que si se continuara trabajando. De este modo, el domingo impone una obligación, que casa uno debe ver cómo la resuelve, de acuerdo con sus condiciones personales.

      Esta tarea es importante para cada uno, pero también y ante todo para la familia. Debemos comprender qué es lo que está el juego, ver lo que es valioso para nosotros y realizarlo con tanta decesión como cuando nos decidimos a obrar, siempre que algo importante nos atañe o afecta. 

      (Romano Guardini, Celebración de la Santa Misa / El altar como umbral capítulo 11, p. 47-49)

No hay comentarios:

Publicar un comentario