martes, 14 de mayo de 2024

PREPARACIÓN PARA LA CELEBLACIÓN
DE LA SANTA MISA: La palabra como revelación
Romano Guardiani, capítulo 14/1

      La santa Misa es una acción, pero como tal no transcurre silenciosamente, sino que se realiza combinando el obrar y el decir. La palabra que aparece en la santa Misa contiene múltiples facetas, y percibir esta diversidad y distinguir sus configuraciones servirá no sólo al entendimiento, sino también 
a la praxis vital.

      En la misa, la palabra es ante todo una forma de revelación, mediante la cual Dios le dice al hombre quién es él y qué es el mundo ante él. Dios manifiesta su voluntad y otorga su promesa. Es la palabra de la Sagrada Escritura que, en la celebración del memorial del Señor, nos sale al encuentro en cada paso, ante todo en su primera parte, compuesta casi exclusivamente de palabras, mientras que la acción está reducida a su mínima expresión, como determinados gestos y actitudes, o se desplaza simbólicamente de un lugar a otro.

      La Primera lectura
, la Epístola y el Evangelio son textos extraídos directamente de la Sagrada Escritura. Aquélla del Antiguo Testamento, la segunda -como su nombre indica- de las epístolas apostólicas, a veces también de los Hechos de los Apóstoles, y el último, como lo dice su nombre, 
de los relatos sobre la vida del Señor, de los Evangelios. A continuación, esta palabra se presenta en 
la “homilía”, la cual debe ser la explicación, desarrollo, apropiación y adaptación de la Palabra directa de Dios, que pierde este carácter en la medida que desciende al pensamiento particular del hombre.

      La Palabra de Dios es un gran misterio. En ella habla él mismo, pero con lenguaje humano. Parece que hubiera también un hablar de Dios, que se mantiene, por así decir, en un nivel puramente divino, a través del cual concede inmediatamente luz y sabiduría al espíritu; no se expresa con palabras humanas, sino que permanece en un plano que roza simplemente lo íntimo del hombre, proporciona un convencimiento sosegado, pero inmediatamente comprensible. 

      Un mensaje tal no puede ser divulgado nunca, pues se dirige únicamente al que lo recibe. Con la revelación sucede otra cosa, porque es para todos los hombres y para la historia, razón por la cual adopta esa forma en la que se realiza la comunidad espiritual de los hombres, es decir, la comunidad reunida en torno a la palabra proclamada. Esa palabra es humana en todo sentido, tanto en el lenguaje hablado -como articulación de sonidos y de significados-, como en todo otro tipo de discurso. 

      En este plano humano, se hace presente el significado divino, Pero no como si fuera una piedra preciosa depositada en un estuche, pero que en definitiva permanece separada de éste -con lo cual en todo momento puede ser extraída y considerada en sí misma-, sino de tal modo que constituye una unidad viviente. Tampoco en la palabra natural el significado puede ser aislado del vocablo audible y considerado en sí mismo, sino que se relaciona en este último como el alma con el cuerpo. Pero esta totalidad de vocablo y concepto es ahora como si fuera el cuerpo para una nueva” alma”, para lo divino, de la misma manera que en el hombre mismo -quien es un todo compuesto de espíritu y cuerpo- penetra la gracia y lo convierte en un ser superior, en el “hombre nuevo” o “espiritual” del que habla san Pablo.

      Quiere decir que esta palabra tiene que ser aprehendida también efectivamente como “palabra”. 
No sería suficiente con tomar en cuenta de ella simplemente el contenido expresable abstractamente, porque de esa manera sólo se tendría una doctrina desarrollada en lo conceptual, separada de su raíz. 
La palabra, es más: es contenido y forma, pensamiento y amor, espíritu y corazón, un todo perfecto y vibrante.

         (Romano Guardini, Celebración de la Santa Misa / La palabra como revelación, capítulo 14/1, p. 55-56)

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