DESPIERTA Y COMBATE A LOS
BÁRBAROS QUE ARRUINAN TU VIDA
17.
Así se teje la perfecta telaraña de autocensura
“El
sujeto ideal del gobierno totalitario no es el nazi convencido o el comunista
convencido,
sino las personas para quienes la distinción entre realidad y ficción,
y la
distinción entre verdadero y falto ya no existe” Hannah Arendt
El objetivo de los bárbaros es que
los ciudadanos se transformen en policías del pensamiento, y ejerzan una
presión agobiante sobre los rebeldes que amenazan con mantener una opinión
diferente a la de la tribu. Si esa presión surte efecto, la autocensura se
instala para regocijo de los bárbaros, que ven cómo sus
consignas se vuelven incontestables.
Y una manera de tejer esa telaraña de
autocensura es a través de unos sencillos pasos:
Hay que producir
miedo.
Para mantener a una población sumisa y controlada, hay que introducir elementos
de pánico. Hay que provocar miedo. Hay que alarmar a la gente. No importa que
muchos de esos temores sean imaginarios o falsos. El objetivo es lograr que
exista un cierto histerismo, una agitación colectiva descontrolada que dé como
resultado un cierto consenso de la sociedad en reclamar ser conducidos a un
lugar seguro.
Ese miedo es como un aviso para
navegantes. Los bárbaros te dicen: “Sé obediente a las consignas y podrás
seguir disfrutando de una vida tranquila dentro de la tribu, siendo aceptado por
tus conciudadanos. Ahora bien, si rompes las reglas de juego que hemos
implantado, y las pones en cuestión públicamente, nuestra bota aplastará su
cara…”
Campañas de
señalamiento.
Para que la autocensura sea efectiva debe haber una unanimidad en la opinión
pública sobre una serie de creencias comunes que no se pueden criticar. Si
algún valiente tiene las agallas de desafiar ese pensamiento único, debe ser
descalificado inmediatamente. Si se rompe esa unanimidad, se corre el peligro
de que avance la pluralidad, y eso significa el fin de la autocensura.
Al díscolo hay que darle muerte civil lo
más rápidamente. Hay que señalarlo y satanizarlo. No hay que argumentar ni
dialogar con él. Simplemente hay que descalificarlo. Se le deben imputar unos
calificativos mágicos: facha, ultra, homófobo, radical, xenófobo, nazi,
extremista, inadaptado… Hay que presentarlo como lo peor. Los nazis dibujan a
los judíos como ratas en sus publicaciones satíricas. Y muchos indepes están
bastante de acuerdo cuando Quim Torra, expresidente de la Generalitat, se
refiere a los catalanes libres de nacionalismo como bestias. “Carroñeras,
víboras, hienas. Bestias con forma humana, que destilan odio. Un odio
perturbado, nauseabundo, como de dentadura postiza con verdín…”
Al rebelde hay que quemarlo en la hoguera
pública que hoy representan la televisión y las redes sociales. Su buen nombre
debe arder. No hay que debatir sobre sus propuestas. Simplemente hay que
vomitar bilis sobre su persona para aniquilar su fama.
Si a eso se une una campaña de peticiones
tipo change.org, reclamando firmas para nombrar a ese traidor como
persona no grata o exigir que se le despida del trabajo… la campaña ya está
hecha. (continúa)
(autor Álex Rosal, LIBROSLIBRES, con el
título que encabeza, capítulo 17/1-, p. 44-45)
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