viernes, 5 de julio de 2024

DESPIERTA Y COMBATE A LOS
BÁRBAROS QUE ARRUINAN TU VIDA
18. Lanzar a una masa enfurecida para cancelar a los odiadores

“Se fomenta el odio cuando se ´declara delito de odio´ cualquier discrepancia” 
                                                                                                                  Mons. Luis Argüello
        Joe y Helen Roberts, un matrimonio de ancianos que vivía en el pueblo de Wyre, en Lancashire (Reino Unido), no olvidará nunca como una simple llamada a su ayuntamiento pudo llevarles a la cárcel en 2005. Vieron una publicidad de una exposición organizada y financiada por el consistorio en donde se exponían libros en favor de las tesis LGTBI+, y llamaron al ayuntamiento para protestar de que se utilizara el dinero público para apoyar causas ajenas a su cometido. Todo ello es un tono educado y respetuoso. Además, solicitaban poder aportar literatura cristiana a la exposición, pagada de su bolsillo, con el fin de ofrecer un punto de vista alternativo y plural.
      El funcionario que atendió a los ancianos se alarmó de que pudieran estar expresando “actitudes homófobas” e informó a la Policía de la conversación, que juzgada como “intolerable” mandó a la casa de los señores Roberts a unos agentes para interrogarlos por espacio de ochenta minutos. Los policías advirtieron a los ancianos que estaban “pisando un terrero resbaladizo” y que se encontraban muy cerca de cometer un “delito de odio” que les podía acarrear una pena de prisión de hasta siete años. Sin embargo, al ser la primera vez que se mostraban públicamente como potenciales delincuentes de odio, no ejercerían esa acusación.
      El matrimonio Roberts acabó presentando una denuncia contra la Policía y el Ayuntamiento por este acoso sin precedentes, que se resolvió fuera de la jurisdicción de los tribunales con una disculpa y una indemnización económica de ambos organismos.

       A J. K. Rowling, autora de las novelas de Harry Potter, una masa enfurecida la arrastró por el barro de Twitter y otras redes a base de insultos y descalificaciones en marzo de 2019. ¿Su pecado? Apoyar a una chica llamada Maya Forstater que había sido despedida de su trabajo en el Center for Global Development, por afirmar en forma de tuits, que el sexo es inmutable y que no se puede cambiar. Rowling pudo experimentar en su propia carne cuando una turba de enloquecidos busca tu muerte civil. Pero la autora de Harry Potter no se amedrentó: “Mujeres es el término correcto, no personas que menstrúan” Y continuó recibiendo insultos y señalamientos por transfóbica. “No es odio decir la verdad”, respondió.

     Algo parecido a la Rowling le pasó a Bari Weiss, una periodista norteamericana que trabajaba para The New York Times. Weiss salió públicamente en defensa de un colega suyo, James Bennet, que había dimitido en junio de 2020 por publicar un artículo de opinión del senador Tom Cotton en el que reclamaba que el Ejército pusiera fin a la violencia de las manifestaciones alentadas por Black Lives Matter. Más de mil empleados de la cabecera firmaron una carta pública pidiendo la cabeza de Bennet, y éste acabo presentando su renuncia. Bari Weiss habló en las redes de una guerra civil entre periodistas veteranos y los nuevos zelotes woke, y así comenzó una nueva cacería mediática, pero esta vez contra ella. Un mes más tarde se vio obligada a presentar su dimisión, acompañada de una carta en la que explicaba sus razones: “Mis propias incursiones en el pensamiento incorrecto me han convertido en objeto de constante acoso por parte de colegas que no están de acuerdo con mis opiniones. Mi trabajo y mi carácter han sido difamados abiertamente en los canales de comunicación internos de la empresa. Allí algunos compañeros insisten en que debo ser expulsada para que la empresa sea realmente inclusiva, mientras que otros publican emojis de hachas junto a mi nombre. Otros empleados del New York Times me tachan públicamente de mentirosa e intolerable en Twitter, sin temor a que el acoso a mi persona dé lugar a las medidas adecuadas”

     “Las reglas aún vigentes en el Times se aplican con extrema selectividad. Si la ideología de una persona está en consonancia con la nueva ortodoxia, tanto ella como su trabajo permanecen sin escrutar. Todos los demás viven atemorizados por si les fulmina un rayo digital. El veneno online se permite siempre que se dirija a los objetivos adecuados. Artículos de opinión que se habrían publicado fácilmente hace dos años, ahora pueden acarrear serios problemas, o incluso el despido”.

      Ya lo adelantó hace un siglo el escritor ruso Fiódor Dostoyevski: “La tolerancia llegará a tal nivel que las personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no ofender a los imbéciles”                                                                                  (autor Álex Rosal, LIBROSLIBRES, con el título que encabeza, capítulo 19, p. 48-50)

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