EL VALOR DE LA VERDAD (I)
Si se desea tener una
conciencia bien formada; si se desea encontrar la buena y segura doctrina; si
se desea localizar el mejor y completo manual, la mejor biblioteca de
orientación humana y moral, etc., todo ello en el:
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA,
publicado por la Asociación de Editores
del Catecismo, ISBN 84-288-111-3
Algunas referencias sobre “La Verdad”,
reseñadas en la citada publicación:
Vivir la Verdad.
El Antiguo Testamento lo proclama: Dios es fuente de toda verdad. Su Palabra es
verdad (Proverbios
8,7).
Su les es verdad (Salmos 119.142)
“Tu verdad, de edad en edad” (Salmos 119,90).
Puesto que Dios es el “Veraz” (Romanos 3,4), los miembros de su pueblo son
llamados a vivir en la verdad. (Salmos 119,30). Catecismo n. 2465
En Jesucristo la verdad
de Dios se manifestó en plenitud. “Lleno de gracia y de verdad” (Juan
1,14),
él es la “luz del mundo” (Juan 8,12),
la Verdad (Juan 14,6) El que cree en él, no
permanece en las tinieblas (Juan 12,46).
El discípulo de Jesús “permanece en su palabra”, para conocer “la verdad que
hace libres” (Juan 8,31-32) y que santifica (Juan
17,17).
Seguir a Jesús es vivir del “Espíritu de verdad” (Juan 14,17)
que el Padre envía en su nombre y que conduce “a la verdad completa” (Juan
16,13).
Jesús enseña a sus discípulos el amor incondicional de la verdad: “Sea vuestro
lenguaje: “sí, sí”; “no, no” (Mateo 5,7). Catecismo n. 2466
Buscar la verdad y el
bien.
La conciencia como juicio de un acto, no está exenta de la posibilidad del
error. “Sin embargo, muchas veces ocurre que la conciencia yerra por ignorancia
invencible, sin que por ello pierda su dignidad. Pero no se puede decir esto
cuando el hombre no se preocupa de buscar la verdad y el bien y, poco a poco
por el hábito del pecado, la conciencia se queda casi ciega” (Gaudium
et spes, 16). Con estas breves palabras, el Concilio ofrece una
síntesis de la doctrina que la Iglesia ha elaborado a lo largo de los siglos
sobre la conciencia errónea. (Juan Pablo II,
Encíclica, Veritatis splendor 62ª)
Rectificar cuando sea
necesario. Acostúmbrate a no mentir jamás a sabiendas, ni por
excusarte, ni de otro modo alguno, y para esto ten presente que Dios es el Dios
de la verdad. Si acaso faltas a ella por equivocación, enmiéndalo al instante,
si puedes, con alguna explicación o reparación; hazlo así, que una verdadera
excusa tiene más gracia y fuerza para disculpar que la mentira. (San Francisco de
Sales, Introducción a la vida devota, III, 30)
No hay comentarios:
Publicar un comentario