viernes, 31 de enero de 2025

PREPARACIÓN PARA LA CELEBLACIÓN
DE LA SANTA MISA
Obstáculos: la deficiencia. Romano Guardiani, capítulo 22

   ¿Qué pasó realmente cuando el Señor instituyó el Misterio de la Eucaristía? Si meditáramos sobre lo que sucedió en ese momento, en quién era el que le dio todo su ser y su obra a una acción que, en adelante, renovada incesantemente, debe constituir el centro de la vida de los fieles, quizá podríamos representarnos los detalles de tal institución de la siguiente forma: en todo lo esencial, el Señor ha determinado tanto la estructura, como también los detalles de las frases y de la acción. Esto más sagrado ha sido preservado por él de los efectos destructores y deformantes de la historia, en tanto lo ha situado inmediatamente en un ámbito espiritual reservado, protegido por leyes rigurosas. Él ha podido encontrar una precisión tal que fuese completamente entendida, aunque, por otra parte, ha tratado de separar claramente lo nuevo de lo viejo.

      La Iglesia siempre ha sabido que, en la celebración eucarística, debe acontecer nuevamente lo mismo que en ese entonces, pero no en la forma de ese núcleo es puesto en relación con todas las fuerzas, motivos y circunstancias que pueden determinar una tal realización efectiva.

      ¡Es por eso que la acción sagrada ha tenido una historia tan extensa y tan diversa! No puede extrañar entonces que en su fisonomía haya algo vivo e imperecedero, pero también algo transitorio y extinguido.

      Quiere decir entonces que la acción sagrada se lleva a cabo en medio de la imperfección humana. Si la realiza un sacerdote que tiene una relación vital con lo litúrgico, las palabras y acciones aparecen persuasivas y convincentes, mientras que en otro adquieren sencillamente un carácter forzado y antinatural. Además de ello está la insuficiencia en el lenguaje, en las actitudes y en los movimientos, sin hablar de todo aquello que puede ser el resultado de una pobra participación personal y de una religiosidad carente de seriedad.

      De todo esto pueden surgir grandes obstáculos para los fieles. Cuando el fiel creyente acude a la celebración sagrada, él la experimenta tal como es, junto con sus deficiencias. En este caso, de él depende si permanece frente a ella como un espectador, que espera que le “sea ofrecido algo conveniente” y se regocija o se siente desilusionado o, en caso contrario, entiende que se trata de un culto que se realiza comunitariamente y que, en consecuencia, no depende del sacerdote o de la comunidad, sino también de él mismo.

      En realidad, cada uno de nosotros es responsable de la realización de la santa Misa, de acuerdo con el modo y la medida de nuestras capacidades. En tanto el individuo está en condiciones de remediar un inconveniente dentro del orden establecido de la celebración o mejorar algo en su interior; debe hacerlo. En el resto, él debe aceptar la misa tal como ella se celebra allí donde él concurre. No debe censurar demasiado los defectos, y a causa de éstos no puede sentirse eximido de su propia cooperación frente a todas las cosas. Debe reconocer que lo esencial de la misa no resulta deformado a causa de las deficiencias, debe avanzar en conformidad con lo esencial y de esta manera ayudar a realizar la obra santa.

            (Romano Guardini, Celebración de la Santa Misa / Obstáculos: la deficiencia, capítulo 22, p. 83-86)

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario