viernes, 31 de enero de 2025

TIERRA SANTA. Altiplano Occidental
CAFARNAÚN. Relato 40

 Galilea es el área preferente de acción de Jesús, la tierra que recorrerá incansable para abrirla de par en par a la semilla fructífera del sembrador, la ladera arisca donde se afanará por recobrar la oveja remisa, la orilla donde la red reventará de viscosos y escurridizos peces. El vehículo de la comunicación evangélica no es otro que su palabra. Palabra de Padre encarnada en el Hijo increíblemente.

      Quienes en aras del impulso que mantiene la rectitud del camino, llegan hasta Cafarnaún, centro de operaciones del colegio apostólico, deben apropiarse, como destinatarios únicos, la aclamación de san Pablo: “Cerca de ti está la palabra, en tu boca, en tu corazón, esto es la palabra de la fe que predicamos” (Rom 10,8). Alguien ha dicho hoy muy oportunamente que “la actitud fundamental del cristianismo es la escucha”. Y que “el cristianismo tiene que purificarse por medio de la atención a la voz del Espíritu (Ap 2,7 y ss.) ya que la fe ha nacido de la escucha” (Ap 3,3).

      Estamos ocupando el nudo mismo de la red de itinerarios diversos donde sonó por vez primea la palabra del mensaje evangélico, y sabemos con qué desilusión y desconsolada contrariedad lamentaba Jesús el desamparo de cuantos se resistían cómodamente a escucharle, con la excusa displicente de que la divina palabra implicaba una y comprometida aceptación de verdades y conductas que tildaban de insólitas, arduas de realizar y extrañas al entendimiento.

      Desoír la palabra que prende, como estrellas, verdades de fe en el horizonte del camino, es tanto como equivocar la ruta y dar por buena la pérdida inexorable del rumbo, en la misma medida que la simiente ha venido a ocupar el corazón de la indiferencia, del desprecio, de la disimulada altivez o el descuido culpable.

      Si por el contrario nos interesa no enturbiar la fuente de la verdad que nos salve de nuestro egoísmo e inanidad, es inaplazable una atenta y dócil disposición a apropiarnos su palabra. Acojámonos a la presencia de Jesús en nuestra historia, aquí mismo, en el escenario de la suya, instalémonos en el mapa cordial de sus desvelos, y su voz nos desvelará a cambio la verdad que nos hará libres.

 La población. Estaba situada en la orilla norte del lago y la cruzaba la Vía Maris en dirección hacia Siria, de ahí que tuviera guarnición militar (Mt 8,5) y aduana

(Mt 9,9). Su existencia arranca del siglo II a.C. Sus habitantes, agrupados en pequeños núcleos familiares, con sus comercios, instalaciones agrícolas, sinagoga y cementerio, se dedicaban principalmente a la agricultura y a la pesca.

      Jesús paseo por sus calles, yendo a la sinagoga, a la casa de Jairo, se acercará al telonio de Leví y no mostró escrúpulo en ir a la casa del centurión romano.

      La ciudad de Jesús (Mt 9,1) con su sinagoga, lugar del desconcertante discurso del pan de vida, y su casa (Mt 13,1) la de Pedro, debe considerarse también un santuario mariano por la presencia de la madre de Jesús (Jn 2,12; Mt 12,46-50).

      Durante los tres primeros siglos de nuestra era, la población de Cafarnaún la formaban los hebreos ortodoxos y los minim o conversos judeo-cristianos, evidenciado este último extremo por la cantidad de platos de terra sigilata que muestran inciso el signo de la cruz y los números grafitos encontrados en las paredes de la Domus Ecclesiae.

              (Teodoro López, Carlos Sáez, Ángel Martín, Peregrinación a Tierra Santa, relato 40, p.101-102)

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