TIEMPO DE CUARESMA
En el lenguaje litúrgico, la Iglesia denomina al
tiempo que comienza el Miércoles de Cenia cuadragésima, período de
tiempo de cuarenta días. De eso modo, con la ayuda de una interpretación
tipológica de las Escrituras, quiere que nos adaptemos a un contexto
espiritual. Cuarenta días peregrinó Israel por el desierto; cuarenta días
anduvo caminando Elías hasta el Monte Santo Horeb; cuarenta días ayunó Jesús en
el desierto…
¿Qué significa este período de cuarenta días? En la
última época de Israel, los cuarenta días de peregrinación por el desierto
fueron considerados de algún modo como tiempo de la primera amistad entre Dios
e Israel. Los años del desierto aparecían, pues como la época de la elección
extraordinaria. En la Biblia, en cambio, el tiempo del desierto aparece
como época de peligro y tentación extremos en que Israel murmura contra su
Dios, está descontento con Él y quiere volver al paganismo. ¿No describen esas
ideas también nuestra situación espiritual? La Iglesia es empujada en nuestros
días a entrar nuevamente en los cuarenta días, en el tiempo del desierto. Ha
perdido muchas moradas y seguridades terrenas. Nada de lo que parecía
sostenerla se mantiene ya. En torno suyo aparece tan sólo el desierto, que la
obliga a una peregrinación permanente.
Alrededor de la Iglesia de nuestra época se agrupan
también las alucinaciones del desierto y sus tentaciones. Como el Dios lejano
se ha tornado inaccesible, le parece natural ensayar con lo próximo, entender
la mundanidad como cristiandad, interpretar el abrirse al mundo como el
verdadero servicio de Jesucristo. Iglesia en el desierto. Iglesia en el
quadragésima: ésa es nuestra experiencia, estar expuestos al vacío, a un mundo
que religiosamente parece haberse quedado sin palabra, sin imagen y sin sonido,
a un mundo en el que el cielo sobre nosotros es oscuro, alejado e inaccesible.
Más, con todo, este tiempo de desierto puede
tornarse para nosotros y para la Iglesia de hoy tiempo de gracia en el que, con
la Pasión en lontananza, crezca un nuevo amor. Si seguimos peregrinando
pacientes y confiadamente, podrá surgir un nuevo día de esta oscuridad. Y el
límpido mundo de Dios, el mundo perdido de las imágenes y del sonido nos será
de algún modo regalado como la primera vez: un nuevo amanecer de la bondadosa
creación de Dios. Amén.
(Joseph Card. Ratzinger,
Cooperadores de la verdad, p.135-136, Colección Patmos 201)
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