viernes, 21 de marzo de 2025

                                              TIEMPO DE CUARESMA

En el lenguaje litúrgico, la Iglesia denomina al tiempo que comienza el Miércoles de Cenia cuadragésima, período de tiempo de cuarenta días. De eso modo, con la ayuda de una interpretación tipológica de las Escrituras, quiere que nos adaptemos a un contexto espiritual. Cuarenta días peregrinó Israel por el desierto; cuarenta días anduvo caminando Elías hasta el Monte Santo Horeb; cuarenta días ayunó Jesús en el desierto…

¿Qué significa este período de cuarenta días? En la última época de Israel, los cuarenta días de peregrinación por el desierto fueron considerados de algún modo como tiempo de la primera amistad entre Dios e Israel. Los años del desierto aparecían, pues como la época de la elección extraordinaria. En la Biblia, en cambio, el tiempo del desierto aparece como época de peligro y tentación extremos en que Israel murmura contra su Dios, está descontento con Él y quiere volver al paganismo. ¿No describen esas ideas también nuestra situación espiritual? La Iglesia es empujada en nuestros días a entrar nuevamente en los cuarenta días, en el tiempo del desierto. Ha perdido muchas moradas y seguridades terrenas. Nada de lo que parecía sostenerla se mantiene ya. En torno suyo aparece tan sólo el desierto, que la obliga a una peregrinación permanente.

Alrededor de la Iglesia de nuestra época se agrupan también las alucinaciones del desierto y sus tentaciones. Como el Dios lejano se ha tornado inaccesible, le parece natural ensayar con lo próximo, entender la mundanidad como cristiandad, interpretar el abrirse al mundo como el verdadero servicio de Jesucristo. Iglesia en el desierto. Iglesia en el quadragésima: ésa es nuestra experiencia, estar expuestos al vacío, a un mundo que religiosamente parece haberse quedado sin palabra, sin imagen y sin sonido, a un mundo en el que el cielo sobre nosotros es oscuro, alejado e inaccesible.

Más, con todo, este tiempo de desierto puede tornarse para nosotros y para la Iglesia de hoy tiempo de gracia en el que, con la Pasión en lontananza, crezca un nuevo amor. Si seguimos peregrinando pacientes y confiadamente, podrá surgir un nuevo día de esta oscuridad. Y el límpido mundo de Dios, el mundo perdido de las imágenes y del sonido nos será de algún modo regalado como la primera vez: un nuevo amanecer de la bondadosa creación de Dios. Amén.

           (Joseph Card. Ratzinger, Cooperadores de la verdad, p.135-136, Colección Patmos 201)

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