LA FAMILIA, CÉLULA VITAL DE LA SOCIEDAD
III, (1). La subjetividad social de la familia
El amor y la formación de la comunidad de personas
221. La familia se
presenta como espacio de comunión -tan necesaria en una sociedad cada vez más individualista-,
que debe desarrollarse como una auténtica comunidad de personas gracias al
incesante dinamismo del amor, dimensión fundamental de la experiencia humana,
cuyo lugar privilegiado para manifestarse es precisamente la familia.
“El amor hace que el hombre se realice
mediante la entrega sincera de sí mismo. Amar significa dar y recibir lo que no
se puede comprar ni vender, sino sólo regalar libre y recíprocamente”. (Juan Pablo II, Carta a las Familias
Gratissimanm sane, 11, 1994)
222. El amor se
expresa también mediante la atención esmerada de los ancianos que viven en la
familia: su presencia supone un gran valor. Son un ejemplo de vinculación entre
generaciones, un recurso para el bienestar de la familia y de toda la sociedad.
Como dice la Sagrada Escritura, las
personas “todavía en la vejez tienen fruto” (Salmo 92,15). Los ancianos
constituyen una importante escuela de vida, capaz de transmitir valores y
tradiciones y de favorecer el crecimiento de los más jóvenes: estos aprenden
así a buscar no sólo el propio bien, sino también el de los demás. Si los
ancianos se hallan en una situación de sufrimiento y dependencia, no sólo
necesitan cuidados médicos y asistencia adecuada, sino, sobre todo, ser
tratados con amor.
223. El ser humano ha sido creado para amar y
no puede vivir sin amor.
El amor, cuando se manifiesta en el don
total de dos personas en su complementariedad, no puede limitarse a emociones o
sentimientos, y mucho menos a la mera expresión sexual. Una sociedad que tiende
a relativizar y a banalizar cada vez más la experiencia del amor y de la
sexualidad, exalta los aspectos efímeros de la vida y oscurece los valores
fundamentales. Se hace más urgente que nunca anunciar y testimoniar que la
verdad del amor y de la sexualidad conyugal se encuentran allí donde se
realizar la entrega plena.
224. En relación a las teorías que consideran
la identidad de género como un mero producto cultural y social derivado de la
interacción entre la comunidad y el individuo, con independencia de la
identidad sexual personal y del verdadero significado de la sexualidad, la
Iglesia no se cansará de ofrecer la propia enseñanza:
“Corresponde a
cada uno, hombre y mujer reconocer y aceptar su identidad sexual. La diferencia
y complementariedad físicas, morales y espirituales, están
orientadas a los bienes del matrimonio y al desarrollo de la vida familiar. La
armonía de la pareja humana y de la sociedad depende en parte de la manera en
que son vividas entre los sexos la complementariedad, la necesidad y el apoyo
mutuos”. (Concilio Vaticano II,
Constitución Gaudium et spes, nº 48)
(Librería Editrice
vaticana, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, edición
2005, p. 125-127)
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