martes, 18 de marzo de 2025

LA FAMILIA, CÉLULA VITAL DE LA SOCIEDAD
III, (1). La subjetividad social de la familia
El amor y la formación de la comunidad de personas

221. La familia se presenta como espacio de comunión -tan necesaria en una sociedad cada vez más individualista-, que debe desarrollarse como una auténtica comunidad de personas gracias al incesante dinamismo del amor, dimensión fundamental de la experiencia humana, cuyo lugar privilegiado para manifestarse es precisamente la familia.

    “El amor hace que el hombre se realice mediante la entrega sincera de sí mismo. Amar significa dar y recibir lo que no se puede comprar ni vender, sino sólo regalar libre y recíprocamente”.                                                                                                                               (Juan Pablo II, Carta a las Familias Gratissimanm sane, 11, 1994)

 222. El amor se expresa también mediante la atención esmerada de los ancianos que viven en la familia: su presencia supone un gran valor. Son un ejemplo de vinculación entre generaciones, un recurso para el bienestar de la familia y de toda la sociedad.

    Como dice la Sagrada Escritura, las personas “todavía en la vejez tienen fruto” (Salmo 92,15). Los ancianos constituyen una importante escuela de vida, capaz de transmitir valores y tradiciones y de favorecer el crecimiento de los más jóvenes: estos aprenden así a buscar no sólo el propio bien, sino también el de los demás. Si los ancianos se hallan en una situación de sufrimiento y dependencia, no sólo necesitan cuidados médicos y asistencia adecuada, sino, sobre todo, ser tratados con amor.

 223El ser humano ha sido creado para amar y no puede vivir sin amor.

       El amor, cuando se manifiesta en el don total de dos personas en su complementariedad, no puede limitarse a emociones o sentimientos, y mucho menos a la mera expresión sexual. Una sociedad que tiende a relativizar y a banalizar cada vez más la experiencia del amor y de la sexualidad, exalta los aspectos efímeros de la vida y oscurece los valores fundamentales. Se hace más urgente que nunca anunciar y testimoniar que la verdad del amor y de la sexualidad conyugal se encuentran allí donde se realizar la entrega plena.

 224.  En relación a las teorías que consideran la identidad de género como un mero producto cultural y social derivado de la interacción entre la comunidad y el individuo, con independencia de la identidad sexual personal y del verdadero significado de la sexualidad, la Iglesia no se cansará de ofrecer la propia enseñanza:

 Corresponde a cada uno, hombre y mujer reconocer y aceptar su identidad sexual. La diferencia y complementariedad físicas, morales y espirituales, están orientadas a los bienes del matrimonio y al desarrollo de la vida familiar. La armonía de la pareja humana y de la sociedad depende en parte de la manera en que son vividas entre los sexos la complementariedad, la necesidad y el apoyo mutuos”.                                                                                     (Concilio Vaticano II, Constitución  Gaudium et spes, nº 48)

  (Librería Editrice vaticana, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, edición 2005, p. 125-127)

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