TIERRA SANTA. Altiplano Occidental
Monte de las Bienaventuranzas.
Sobre
la localización del Monte de las Bienaventuranzas parece ser que el
lugar más probable donde Jesús expuso tan alta síntesis de espiritualidad,
sería la pequeña colina que cae a la actual carretera, frente al Primado.
Existen, en efecto, ruinas de una pequeña iglesia del siglo IV, adornada de
antiguos mosaicos, que aquellos piadosos cristianos levantaron sobre la gruta
de la que habla Egeria.
Actualmente se hace la conmemoración en
una iglesia construida por el arquitecto Barluzzi en 1937, de forma octogonal,
con claustro y balaustrada exterior, sobre un monte de 150 m. de altura, que domina
la espléndida panorámica del lago de Genesaret.
LAS
BIENAVENTURANZAS. Difícilmente podrá hallarse, incluso al margen de nuestra fe,
por escasa que resulte su sensibilidad, que no se sienta sobrecogido y se honre
en admirar emocionado la excepcional grandeza de ánimo que campea en las
bienaventuranzas. El sentido compasivo que inspiran tan insólitas bendiciones a
personas que rozan los bordes de la marginalidad, revela la exquisita
afectividad de Jesús al mostrar con tanta intensidad cuál va a ser el núcleo de
su doctrina, la cifra de perfección que le asigna a su Iglesia y es esmero con
que ordena la categoría cordial de sus favores insólitos.
Al ver el gentío, subió a la montaña,
se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar enseñándoles:
Dichosos
los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos / Dichosos
los sufridos, porque ellos heredarán la tierra / Dichosos los que lloran,
porque ellos serán consolados / Dichosos los que tienen hambre y sed de la
justicia, porque ellos quedarán saciados / Dichosos los misericordiosos, porque
ellos alcanzarán misericordia / Dichosos los limpios de corazón, porque ellos
verán a Dios / Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de
ellos es el Reino de los Cielos / Dichosos vosotros cuando os insulten y os
persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y
contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma
manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros. (san Mateo 5, 1-12; san
Lucas 6, 20-26)
(Teodoro
López, Carlos Sáez, Ángel Martín, Peregrinación a Tierra Santa,
relato 43, p.115-116)
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