viernes, 2 de mayo de 2025

LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR,
CAUSA DE NUESTRA SALVACIÓN
La salvación como liberación
Nuestra salvación ha sido conquistada por el Señor al precio de su sangre; por eso, se le llama Redención. Jesucristo, mereció para nosotros el perdón de pecado y la unión con Dios. Pero su obra salvadora no se agota en haber expiado el pecado o merecido el perdón: Jesús no sólo mereció para nosotros la salvación, sino que, con su poder, la causa realmente en nosotrosEn Él está nuestra salvación (cfr Hch 4,12). Ésta consiste en la destrucción del pecado y en la liberación de sus consecuencias; consiste, sobre todo y primordialmente, en nuestra reconciliación y unión con Dios. La salvación del hombre tiene, pues, un término a quo: la liberación de las esclavitudes que le aquejan; tiene también un término ad quem: la unión con Dios, la transformación en Él, y el descanso definitivo en Él.

      La salvación, en cuanto liberación, tiene tantos aspectos como facetas tiene la esclavitud a que está sometido el hombre. De ahí el rico lenguaje soteriológico de la Tradición cristiana. En la sinagoga de Nazaret, nuestro Señor se aplica a sí mismo unas palabras del profeta Isaías en las que se ve la relación entre salvación, salud y liberación: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió a predicar la libertad a los cautivos, la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos” 

(Lc 4, 18-19).

      El Señor sitúa estas palabras en un ámbito universal, que trasciende lo meramente temporal pero que, a la vez, lo incluye. La salvación que Él trae a los hombres es una salvación total, que les afecta en las mismas raíces de su existir y que, por ello, se extiende a todas las dimensiones de su ser. La palabra salvación recibe en el Nuevo Testamento un sentido decididamente religioso. Comprende, por una parte, la liberación del pecado; y, por otra -como la otra cara de la misma moneda-, las bendiciones de Dios en las que se incluye, en su consumación escatológica, la liberación de todas las esclavitudes.

      Los judíos que escuchaban estas palabras, las interpretaban en el sentido de una liberación externa; Jesús insiste en que se trata de una liberación que afecta a lo más profundo del hombre: una liberación del error y del pecado, pues todo el que comete pecado es esclavo del pecado. La libertad de que habla Jesús es una libertad profunda y universal, que afecta al hombre en la intimidad y totalidad de su ser.

      La salvación que trae Cristo es, pues, una liberación que se encuentra situada en el ámbito religioso, no porque no afecte a todos los aspectos de la existencia humana, sino porque afecta en primer lugar a la raíz de todos los males que aquejan al hombre: el pecado (Gn 3; Rm 5, 12-19). La obra de Cristo se encuentra relacionada tanto con los orígenes -el pecado cometido en el exordio de la historia- como el más allá de la historia humana, cuando en la consumación final sea vencido el último enemigo -la muerte-mediante la resurrección (cfr 1 Co 15,26), y el hombre alcance la plena libertad con la redención de su cuerpo (cfr Rm 8,23). 

La triple victoria de Cristo y los frutos de la Pasión

    En el misterio de su Muerte y Resurrección, Cristo vence definitivamente y totalmente al demonio, al pecado y a la muerte. Esta triple victoria constituye el fruto de la Pasión que se nos aplica mediante nuestra unión a Él, al participar de su muerte y resurrección (cfr 2 Co 5-10).

(Fernando Ocáriz, Lucas F. Mateo-Seco, José Antonio Riestra, El misterio de Jesucristo,p. 477/478 -selección de texto, continúa)

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Definición de pecado: El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana (Catecismo de la Iglesia Católica n. 1849)

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