viernes, 20 de junio de 2025

                        ¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE CULTURA?

La cultura se dice de muchas maneras. Es una de esas palabras que sirven de comodín y que utilizamos para designar realidades muy diversas entre sí. Decimos por ej. que en Francia hay una gran cultura de quesos, que Menéndez Pidal fue un hombre de extraordinaria cultura, que la cultura corporativa de una empresa industrial se basa en la calidad de su producción, que la cultura Maya desapareció completamente por motivos desconocidos, que Juan Pablo II insistía en que la Fe ha de hacerse cultura, o -en fin- que la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha invierte poco en cultura. A la vista de tan abigarrado panorama, cabe preguntarse: ¿Hay algún significado clave que nos pueda guiar a través de esta intrincada selva, entre los significados de una palabra tan normal y aparentemente inofensiva como es el término “cultura”?

      Un buen método para aclararse en este tipo de rompecabezas conceptuales y lingüísticos es tratar de buscar algún factor común que se encuentre en todos los posibles sentidos sometidos a examen y sin el cual no quepa dar cuenta cabal de ninguno de ellos. Si hiciéramos algo parecido con nuestro tema -cosa que ahora no es posible realizar en detalle- estoy convencido de que llegaríamos al convencimiento de que la cultura tiene que  ver siempre con la perfección humana de le persona, Lo cual implica, a su vez, que la mujer y el hombre son sujetos capaces de perfección es más, que ante ellos se presenta ineludiblemente una tarea, consistente en lograrse a sí mismos, pero no sólo ni principalmente en aspectos aislados y adjetivos de su existencia, sino sobre todo en aquello que más radicalmente son, a saber, en cuanto personas. La cultura es un avance del hombre hacia sí mismo: un conocimiento de lo humano en el hombre.

      Recordemos lo que decía Juan Luis Vives: “La persona debe esforzarse en cultivar y adornar el espíritu con conocimientos, ciencia y ejercicio de las virtudes; de otra manera el hombre no es hombre sino animal”.

     Parece ser que el término “cultura” procede de una metáfora agrícola. La tierra puede ser cultivada o permanecer inculta. Cultura es, entonces, cuidado, cultivo del espíritu, que constituye la dimensión más radicalmente humana del hombre. No es extraño que la aplicación más elevada, y quizá la más usual del vocablo culto se refiera precisamente a la veneración a Dios y, en general a lo divino. Es significativo que en algunas idiomas -como es el caso del alemán- estén etimológicamente emparentados los vocablos de designan el arte, el culto y la cultura (Kunst, Kult, Kultur).

      Y es que la vida humana ha de ser entendida como una tarea. El hombre es una fatigosa labor para el propio hombre, que ha de cuidar de sí mismo, de aquéllos que le rodean y del mundo que habita. Cuidado que no se realiza de manera innata o instintiva, como es el caso de los animales, sino que sólo se puede alcanzar al hilo de un continuo aprendizaje, de una constante rectificación de los errores que se van detectando y de una apremiante anticipación de las vicisitudes con las que puede encontrarse en el futuro.

                            (Alejando Llano. Textos para la formación humanística, vol. 1 (extracto) p. 15-19)

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