jueves, 28 de agosto de 2025

IV. LA FAMILIA,

PROTAGONISTA DE LA VIDA SOCIAL
Solidaridad familiar

246. La subjetividad social de las familias, tanto individualmente como asociadas, se expresa también como manifestaciones de solidaridad y ayuda mutua, no sólo entre las mismas familias, sino también mediante diversas formas de participación en la vida social y política. Se trata de la consecuencia de la realidad familiar fundada en el amor: naciendo del amor y creciendo en él, la solidaridad pertenece a la familia como elemento constitutivo y estructural.

      Es una solidaridad que puede asumir el rostro del servicio y de la atención a cuantos viven en la pobreza y en la indigencia, a los huérfanos, a los minusválidos, a los enfermos, a los ancianos, a quien está de luto, a cuantos viven en la confusión, en la soledad o en el abandono.

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247. Las familias, lejos de ser sólo objeto de la acción política, pueden y deben ser sujeto de esta actividad, movilizándose para “procurar que las leyes y las instituciones del Estado no sólo no ofendan, sino que sostengan y defiendan positivamente los derechos y deberes de la familia. En este sentido, las familias deben crecer en la conciencia de ser “protagonistas” de la llamada “política familiar” y asumir la responsabilidad de transformar la sociedad”. (1)  Con este fin, se ha de reforzar el asociacionismo familiar: “Las familias tienen el derecho de formar asociaciones con otras familias e instituciones, con el fin de cumplir la tarea familiar de manera apropiada y eficaz, así como defender los derechos, fomentar el bien y representar los intereses de la familia” (2)

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                                                   Familia, vida económica y trabajo

 248. La familia que se da entre la familia y la vida económica es particularmente significativa. Por una parte, en efecto, la “eco-nomía” nació del trabajo doméstico: la casa ha sido por mucho tiempo, y todavía -en muchos lugares- lo sigue siendo, unidad de producción y centro de vida. El dinamismo de la vida económica, por otra parte, se desarrolla a partir de la iniciativa de las personas y se realiza, como círculos concéntricos, en redes cada vez más amplias de producción e intercambio de bienes, servicios, que involucran la forma creciente a las familias. La familia, por tanto, debe ser considerada protagonista esencial de la vida económica, orientada no por la lógica del mercado, sino según la lógica del compartir y de la solidaridad entre generaciones.

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1, Juan Pablo II, Exh. Ap. Familiaris consortio, 44: AAS. 74..
2, Sante Sede, Carta de los derechos de la familia, art. 8 a-b,
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     (Librería Editrice vaticana, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, edición 2005, p. 141-42)

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