SEÑOR, ¿QUIÉN ERES? (2)
Humildad y
divinidad
. Enel Yo de Jesús coexisten divinidad y
humanidad en plena armonía. Y los teólogos se han preguntado una y otra vez qué
autoconciencia tuvo de su divinidad. “La naturaleza humana del Hijo de Dios, no
por ella misma sino por su unión con el Verbo, conocía y manifestaba en
ella todo lo que conviene a Dios” (1)
Como ocurría en la
intimidad del Señor esta doble naturaleza, qué conciencia tuvo Él de quién era,
cómo y cuándo lo supo, no podemos saberlo; las demás personas no conocemos el
interior profundo de las otras, nadie puede adentrarse en su intimidad honda. Y
si todo ser humano es un misterio, Jesucristo lo es en grado sumo.
No podemos definir las relaciones
profundas entre la dimensión humana y la divina de Jesús; permanecen en el
misterio y, sin embargo, se muestran, de un modo u otro, en las narraciones
recogidas en el Evangelio; de modo especial en el episodio de Jesús en el
Templo a los doce años.
“Esta alma humana que el Hijo de Dios
asumió está dotada de un verdadero conocimiento humano. Como tal, éste no podía
ser de por sí ilimitado: se desenvolvía en las condiciones históricas de su
existencia en el espacio y en el tiempo. Por eso el Hijo de Dios, al hacerse
hombre, quiso progresar “en sabiduría, en estatura y en gracia” (2)
Otro aspecto misterioso de su Persona
aparece cuando Jesús anuncia hechos futuros y cuando se refiere a sucesos que
han ocurrido antes y lejos, sin estar Él presente. La omnisciencia de Jesús se
pone de manifiesto sobre todo en el poder de penetrar hasta el fondo del alma
de las personas, porque sabía lo que hay en cada hombre (3): al
encontrar por primera vez a Simón, sabe su nombre; sorprende a Natanael con un
elogio que responde a su verdadero carácter, comunicándole que antes sabía de
él; sabe de antemano la traición de Judas; predice a sus discípulos que tendrán
persecuciones; conoce antes de llegar a Betania que Lázaro ha muerto…. También
habla de muchos detalles de su propia muerte y conoce de antemano los sufrimientos
de su Pasión.
Es hombre y es Dios. Solo en su intimidad
se encuentra la respuesta a la pregunta: ¿cómo fue su ser y conocer durante el
tiempo que vivió en la tierra?
Ante el misterio de la Persona de Jesús
corresponde a los hombres libremente creer, inclinarse a adorar a su Dios: al
nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre (4).
“La misma pregunta de los judíos se
plantea a muchos hombres de nuestro tiempo: ¿Quién es Jesus? Nuestra fe exulta
y grita: es Él, es Él, el Hijo de Dios hecho hombre, el Mesías que esperábamos;
es el Salvador del mundo, es, finalmente, el Maestro de nuestra vida; es el
Pastor que conduce a los hombres a sus pastos en el tiempo, a sus destinos más
allá del tiempo; es la alegría del mundo; la imagen del Dios invisible; el
Camino, la Verdad y la Vida (5).
Unidad y Universalidad
del Misterio Salvífico de Jesucristo.
Es también frecuente la tesis que niega la unicidad y la
universalidad salvífica del misterio de Jesucristo. Esta posición no tiene
ningún fundamento bíblico. En efecto, debe ser firmemente creída,
como dato perenne de la fe de la Iglesia, la proclamación de Jesucristo, Hijo
de Dios, Señor y único salvador, que en su evento de encarnación, muerte y
resurrección ha llevado a cumplimiento la historia de la salvación, que tiene
en él su plenitud y su centro (6).
Notas: 1). Máximo el Confesor, qu. dub.66;
2) Lucas 2, 52); 3) Juan 2,24-25; 4) Filipenses 2, 10-11; 5) Pablo VI,
Audiencia general, 18.12.1974; 6) Joseph Ratzinger, Cons. Doctrina de la fe, Dominus
Iesus n. 13.
(Francisco Fernández-Carvajal, El
Misterio de Jesús de Nazaret, p. 34-36, Ediciones Palabra)
+++++++++++++++++++++++++++++
No hay comentarios:
Publicar un comentario