JESÚS NOS ESPERA EN EL CIELO
Culmina en este misterio la exaltación de Cristo Glorioso.
La Ascensión fortalece y alienta nuestro deseo de alcanzar el Cielo.
Fomentar siempre esta esperanza. La Ascensión y lo misión apostólica del cristiano.
“Una bendición fue el último gesto de Jesús en la tierra, según el Evangelio de San Lucas 24,51. Los Once han partido desde Galilea al monte que Jesús les había indicado, el monte de los Olivos, cercano a Jerusalén. Los discípulos, al ver de nuevo al Resucitado, le adoraron
(Mt 28,17), se postraron ante Él como ante su Maestro y su Dios. Ahora son mucho más profundamente conscientes de lo que ya, mucho tiempo antes, tenían en el corazón y habían confesado: que su Maestro era el Mesías (Mt 16,18). Están asombrados y llenos de alegría al ver que su Señor y su Dios ha estado siempre tan cercano. Después de aquellos cuarenta días en su compañía podrán ser testigos de lo que han visto y oído; el Espíritu Santo los confirmará en las enseñanzas de Jesús, y les enseñará la verdad completa.
El Maestro les habla con la Majestad propia de Dios: Se me ha dado poder en el Cielo y en la tierra (Mt 28,18). Jesús confirma la fe de los que adoran, y les enseña que el poder que van a recibir deriva del propio poder divino. La facultad de perdonar los pecados, de renacer a una vida nueva mediante el Bautismo… es el poder del mismo Cristo que prolonga en la Iglesia. Esta es la misión de la Iglesia: continuar por siempre la obra de Cristo, enseñar a los hombres las verdades acerca de Dios y las exigencias que llevan consigo esas verdades, ayudarles con la gracia de los sacramentos…
Les dice Jesús: recibiréis el Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra.
Y después de decir esto, mientras ellos miraban se elevó, y una nube lo ocultó a sus ojos (Hech 1,7)
Poco a poco se fue elevando. Los Apóstoles se quedaron largo rato mirando a Jesús que asciende con toda majestad mientras les da su última bendición, hasta que una nube lo ocultó. Era la nube que acompañaba la manifestación de Dios: “era un signo de que Jesús había entrado ya en los cielos” (San Juan Crisóstomo, Homilía sobre los Hechos,2)
El Maestro les habla con la Majestad propia de Dios: Se me ha dado poder en el Cielo y en la tierra (Mt 28,18). Jesús confirma la fe de los que adoran, y les enseña que el poder que van a recibir deriva del propio poder divino. La facultad de perdonar los pecados, de renacer a una vida nueva mediante el Bautismo… es el poder del mismo Cristo que prolonga en la Iglesia. Esta es la misión de la Iglesia: continuar por siempre la obra de Cristo, enseñar a los hombres las verdades acerca de Dios y las exigencias que llevan consigo esas verdades, ayudarles con la gracia de los sacramentos…
Les dice Jesús: recibiréis el Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra.
Y después de decir esto, mientras ellos miraban se elevó, y una nube lo ocultó a sus ojos (Hech 1,7)
Poco a poco se fue elevando. Los Apóstoles se quedaron largo rato mirando a Jesús que asciende con toda majestad mientras les da su última bendición, hasta que una nube lo ocultó. Era la nube que acompañaba la manifestación de Dios: “era un signo de que Jesús había entrado ya en los cielos” (San Juan Crisóstomo, Homilía sobre los Hechos,2)
La vida de Jesús en la tierra no concluye con su muerte en la Cruz, sino con la Ascensión a los Cielos. Es el último misterio de la vida del Señor aquí en la tierra. Es un misterio redentor, que constituye, con la Pasión, la Muerte y la Resurrección, el misterio pascual…
La Ascensión del Señor a los Cielos la contemplamos en el segundo misterio glorioso del
La Ascensión del Señor a los Cielos la contemplamos en el segundo misterio glorioso del
Santo Rosario: “Se fue Jesús con el Padre. -Dos Ángeles de blancas vestiduras se aproximan
a nosotros y nos dicen: Varones de Galilea, ¿qué hacéis mirando al cielo? (Hechos 1,11).
“Pedro y los demás vuelven a Jerusalén -cum gaudio magno- con gran alegría (Lc 24,52).
Es justo que la Santa Humanidad de Cristo reciba el homenaje, la aclamación y adoración de
Es justo que la Santa Humanidad de Cristo reciba el homenaje, la aclamación y adoración de
todas las jerarquías de los Ángeles y de todas las legiones de los bienaventurados de la Gloria”
(San Josemaría, Santo Rosario, segundo misterios gloriosos)
(Francisco Fernández-Carvajal, Hablar con Dios, vol. IV, p. 1113 y ss.)
(San Josemaría, Santo Rosario, segundo misterios gloriosos)
(Francisco Fernández-Carvajal, Hablar con Dios, vol. IV, p. 1113 y ss.)
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