“Prólogo. Israel es la tierra de Canaán. 1,1-3,6. Con el libro de Josué culmina el relato de los
1,1-36. ¿Quién será el primero en subir a luchar contra los cananeos? Judá lucha por dominar su territorio. La heredad de Caleb. Benjamín lucha por dominar su territorio. La casa de José lucha por dominar su territorio. Las demás tribus luchan por dominar su territorio.
Posesión de la tierra de Canaán y fidelidad a la Alianza. 2,1-3,6. Los habitantes de Canaán permanecen allí porque el pueblo fue infiel a la Alianza. La generación de Josué fue fiel, pero la nueva generación no conoció al Señor. Reincidencia de Israel en la infidelidad e insistencia de Dios en salvar a su pueblo. Las gentes cananeas que permanecieron en su tierra. El autor sagrado explica por qué no consiguieron dominar la tierra en la que habitaban: los israelitas no fueron fieles a la Alianza de Dios, y por eso, el Señor permitió que no pudieran vencer a los cananeos.
I, Otniel, de la familia de Caleb. 3,7-11. Los israelitas de Canaán hicieron el mal y fueron oprimidos por Cusán Risataim. Otniel vence a Cusán Risataim. El primer salvador enviado por Dios para librar a su pueblo es Otniel, del clan de Caleb, que ya había sido mencionado al comienzo del libro. A estos enviados por el Señor se les llama “jueces”. La raíz hebrea que se utiliza para designar a estos personajes y a su función tiene un significado más amplio que el de juzgar.
La narración de su actividad salvadora se ajusta al siguiente esquema:
a) los israelitas hacían el mal a los ojos del Señor; b) por eso, eran dominados por sus enemigos; c) pero clamaban al Señor que les suscitaba un salvador; d) que impulsado por el espíritu del Señor los libraba de los opresores; c) el país descansaba y alcanzaba de nuevo la paz.
II, Ehud, de la tribu de Benjamín. 3,12-30. Los israelitas hicieron el mal y fueron oprimidos por Eglón. Ehud vence a Eglón. Samgar. El segundo juez enviado por Dios del que se habla, es Ehub, un benjaminita que vence a Eglón, rey de Moab, región situada en la orilla oriental del Mar Muerto. Los moabitas, contando con el apoyo de los amonitas y amalecitas, habían pasado a la orilla derecha del Jordán y se habían apoderado de Jericó, “la ciudad de las palmeras”, invadiendo el territorio de la tribu de Benjamín.
III, Débora, de la tribu de Efraím. 4,1-5,32. Las antiguas tradiciones de las tribus sirven para ilustrar la bondad de Dios, que acudió en su ayuda una y otra vez, a pesar de las repetidas infidelidades de su pueblo. La exposición de lo relativo a Débora es buena muestra del modo en que se ha compuesto el libro.
4,1-24. Los israelitas hicieron el mal y fueron oprimidos por Yabín. Débora vence a Yabín. Dios cuenta con la colaboración de las mujeres en sus planes de salvación. Llama la atención que en estos relatos tan primitivos se conserve la memoria de las hazañas de dos mujeres: Débora, profetisa que juzgaba al pueblo y organizó la lucha contra el ejército de un poderoso rey del norte, y Yael, que mató a Sísara, el jefe de ese ejército. El hecho sorprende sobre todo porque en el contexto cultural de la sociedad cananea de aquella época, incluso en la sociedad israelita, lo habitual era que las mujeres no tuviesen ningún protagonismo fuera del ámbito doméstico” Cuarta parte. Continúa.
(Facultad de Teología Universidad de Navarra, Comentario, Sagrada Biblia, (selección) p. 225-227)