jueves, 18 de abril de 2024

PREPARACIÓN PARA LA CELEBLACIÓN
DE LA SANTA MISA: El día sagrado y la hora santa
Romano Guardiani, capítulo 12 /1. 

      “En el día del Señor, está insertado el descanso del Creador del universo. De su institución. De su institución habla el Génesis, cuando dice al final del relato de la creación. Así fueron terminados el cielo y la tierra, y todos los seres que hay en ellos. El séptimo día, Dios concluyó la obra que había hecho, y cesó de hace la obra que habría emprendido. Dios bendijo el séptimo día y lo consagró; porque en él cesó de hacer la obra que había creado (Gn2, 1- 3). Pero el día del que habla el relato de la creación es el séptimo, es decir, el sábado. Por el contrario, el día santo del Nuevo Testamento. Jesucristo fue quien realizó en plenitud los anuncios del Antiguo Testamento, pero también su Señor. En él se cumplió la promesa que ha recorrido todo el A. T: el Mesías ha de venir. Toda la Antigua Alianza se orientaba hacía el.

      Justamente con eso Jesús puso fin al A. T, y dio un nuevo sentido, tan diferente, que sus seguidores visualizaron en él al enemigo de Dios y lo mataron. Pero este destino se convirtió en la consumación de su amor redentor, y con la muerte y resurrección de Cristo comenzó el nuevo orden. La tarde anterior a su muerte, en la institución de la Eucaristía, Jesús habló con sobriedad divina de “la Nueva Alianza sellada con su Sangre” (Lc 22, 20). Pero el día de Pascua, en el que resucitó y culminó su misión, se convirtió en el nuevo día de la perfección. En él nuevamente Dios “descansó de toda su labor creadora y de su trabajo”, a partir de lo cual debe originarse el nuevo hombre, el nuevo cielo y la nueva tierra. Este día retorna semana tras semana como domingo. En él están íntimamente unidos los memoriales de la primera y de la segunda creación. El descanso divino, que se consumó el sábado, se asocia con el triunfo de su resurrección. En los acordes de la serenidad, llegan los de la victoria. La promesa se vincula al memorial, ya que el sábado retrotrae al comienzo, si bien en la eternidad, pero hacia atrás, al comienzo de todo. El domingo prevé el fin, una vez más en la eternidad, pero respecto a lo que ha de venir. El domingo tiene carácter escatológico, ya que anuncia el nuevo mundo que se origina por la obra de Cristo, mundo que debe revelarse en la eternidad.

      Nos hemos preguntado si se puede decir que Dios descansa, ya que él es el que, eterna e invariablemente, está en todas las cosas y obra en todo. Hemos escuchado el testimonio de la revelación, que nos dice que verdaderamente Dios decide llevar a cabo su obra, crea y descansa. Se predica, a lo largo de toda la Sagrada Escritura, que él es el que perfecciona todas las cosas y el que las gobierna, pero también el que es capaz de hacerse presente y de obrar personalmente, con total libertad. Ella relata como Dios llamó a un hombre determinado y celebró con éste un pacto de fidelidad; como ratificó en este pacto al pueblo que surgiría de la descendencia de este hombre; como condujo a este pueblo manteniéndose fiel al pacto sagrado, en medio de permanentes enfrentamientos con su desidia y rebeldía; como se sobrepuso una y otra vez a las reiteradas caídas del pueblo sin rehusar jamás su fidelidad, y como su generosidad traicionada soportó permanentemente este destino. Más aún, la Sagrada Escritura narra como Dios se reveló en su ser más íntimo, cuando el Padre envió al mundo a su Hijo eterno como Mesías anunciado a través de toda la historia del A. T., y como el Espíritu Santo lo guiaba, de tal modo que todos experimentaron lo extraordinario. Finalmente, relata que el Hijo de Dios estuvo entre los hombres hasta cumplir con su destino, cuando la oposición secular se unió contra él y le dio muerte. La consumación de todo esto, la victoria, la resurrección, se manifiesta en el día del Señor” continúa

            (Romano Guardini, Celebración de la Santa Misa / El altar como umbral capítulo 12/1, p. 49-51)

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