miércoles, 22 de mayo de 2024

 DESPIERTA Y COMBATE A LOS
BÁRBAROS QUE ARRUINAN TU VIDA
15. El miedo a ser expulsado de la tribu

    “Ha habido pocos (individuos) que resistan a la multitud, que permanecieron solo ante
      las masas manipuladoras atreviéndose a decir no cuando se les exigía un sí” Hannah Arendt

      Es uno de los heroísmos más sublimes y valientes que un ser humano puede hacer. Enfrentarse a la masa enfurecida, corriendo el riesgo a ser excluido de la tribu, tras ser señalado y satanizado como traidor. Eso son palabras mayores, dignas de un intrépido quijote. Pocos lo hacen, poquísimos, y así lo constató la escritora judía Hannah Arendt en 

“Los orígenes del totalitarismo” (Alianza Editorial), para explicar la falta de reacción del alemán medio ante el empuje diabólico del movimiento nazi. Cualquiera sabía lo que le esperaba si cometía la osadía de llevar la contraria a esa tiranía de la mayoría crispada. 
Y, ante el riesgo a ser aplastado por la muchedumbre que ejercía de policía del pensamiento, las micro-cobardías afloraron, y casi nadie hizo nada ante la desdicha de ser arrojado fuera de la tribu.

      Ese miedo a dejar la tribu, prefiriendo permanecer en ella viviendo en la mentira, a estar solo por asumir la verdad, no es algo exclusivo de las personas que vivieron en el nacional socialismo o bajo el yugo del comunismo… también hoy está muy presente.

      Hay dos historias curiosas, de estos años, que reflejan el miedo que provoca la masa encolerizada y el ejercicio permanente del mico-cobardías que nos conduce a la autocensura. La primera se refiere a una política de Ciudadanos, Lorena Roldán, que llegó a ser líder del partido en Cataluña y miembro de su ejecutiva nacional. Sustituyó a Inés Arrimadas tras la decisión de la gaditana de trasladarse a Madrid, y una vez proclamada como responsable del partido naranja en el Principado se publicaron unas fotografías de 2013, en la que se le veía participando alegremente en una Cadena Catalana, con todo el kit de merchandising separatista: estela indepe, gorra indepe, camiseta Indepe… No había lugar a dudas de que era ella, y que estaba disfrazada como si fuera una radical de la CUP. El escándalo fue mayúsculo. ¿La líder del principal partido antinacionalista en Cataluña participando en una manifestación en pro de la independencia…?

      Roldán salió al paso con unas declaraciones en las que se ponía de manifiesto su nulo heroísmo ante la presión de la masa nacionalista, y su miedo a ser expulsada del trabajo: “En aquel momento, trabajaba en la Administración Pública y mis jefes eran cargos políticos de unos partidos concretos. En ese contexto, cuesta decir lo que piensas cuando se organizan manifestaciones a minutos de silencio. Te tienes que significar. Te preguntan, te señalan y te da miedo perder el puesto de trabajo”.

      La otra historia es aún más surrealista. Se presenta en Madrid el libro “Por qué dejé de ser nacionalista” (LibrosLibres), con testimonios de catalanes que hicieron su particular camino de Damasco. Se abre el turno de preguntas y un señor toma la palabra para hacer un discurso emotivo y, a la vez, racional y profundo sobre el veneno supremacista, y la necesidad de extirparlo. Hasta ahí todos de acuerdo. Pero cuando ya aterrizaba su miniponencia, advierte que si viviera en Cataluña sería el más radical de los nacionalistas, y abrazaría con entusiasmo las mentiras indepes ya que no estaba dispuesto a” perder su puesto de trabajo, ni a ser tratado como un paria, ni a ser señalado como un inadaptado”. Es lo que nos recuerda Hannah Arendt: “Ha habido pocos (individuos) que resistan a la multitud, que permanecieran solos ante las masas manipuladas atreviéndose a decir no cuando se les exigía un sí”.

      Perpetuarse dentro de la tribu nos da cierta seguridad. Estamos arropados y sentimos que pertenecemos a un grupo. Notamos el calor de ser aceptados y eso nos da una cierta identidad. Si el grupo es cada vez mayor y tiene cierta notoriedad, nuestra autoestima aumenta, ya que formamos parte de algo relevante. Sin embargo, perder ese estatus de consideración por parte de otros, siendo rechazados o señalados, con el riesgo de estar solos, es algo que pocos están dispuestos a asumir.

      Los bárbaros saben bien que deben empujar a las masas enfurecidas para que amenacen a sus iguales con expulsarlos de la tribu. No hay acción política más eficaz para controlar una población mediante el miedo.

                     (autor Álex Rosal, LIBROSLIBRES, con el título que encabeza, capítulo 15, p. 40-42)

No hay comentarios:

Publicar un comentario