LA FAMILIA, CÉLULA VITAL DE LA SOCIEDAD
I, LA FAMILIA, PRIMERA SOCIEDAD NATURAL
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La importancia y la centralidad de la familia, en orden a la persona y a la sociedad, está repetidamente subrayada en la Sagrada Escritura: “No está bien que el hombre esté solo” (Génesis 2,18). A partir de los textos que narran la creación del hombre (cf. Gn 1,2628; 2,7-24) se nota cómo -según el designo de Dios- la pareja constituye “la expresión primera de la comunión de personas humanas”. Eva es creada semejante a Adán, como aquella que, en su alteridad, lo completa (cf. Gn 2,18) para formar con él “una solo carne” (Génesis 2,24; cf. Mt 19,5-6). Al mismo tiempo, ambos tienen una misión procreadora que los hace colaboradores del Creador: “Sed fecundos y multiplicaos, henchid la tierra (Génesis 1,28). La familia es considerada, en el designio de Creador, como “el lugar primario de la “humanización” de la persona y de la sociedad” y “cuna de la vida y del amor”.
En la familia se aprende a conocer el amor y la fidelidad del Señor, así como la necesidad de corresponderle (cf. Ex 12,25-27; 13,8-14; Dt 6,20-25); los hijos aprenden las primeras y más decisivas lecciones de la sabiduría práctica a las que van unidad las virtudes (cf. Pr 1,8-9¸4, 1-4; 6,20-21). Por todo ello, el Señor se hace garante del amor y de la fidelidad conyugales (cf. Mt 2.14-15).
Jesús nació y vivió en una familia concreta aceptando todas sus características propias y dio así una excelsa dignidad a la institución matrimonial, constituyéndola como sacramento de la nueva alianza (cf. Mt 19,3-9). En esta perspectiva, la pareja encuentra su plena dignidad y la familia su solidez.
Iluminada por la luz del mensaje bíblico, la Iglesia considera la familia como la primera sociedad natural, titular de derechos propios y originarios, y la sitúa en el centro de la vida social: relegar la familia “a un papel subalterno y secundario, excluyéndola del lugar que le compete en la sociedad, significa causar un grave daño al auténtico crecimiento de todo el cuerpo social”. (Juan Pablo II, Carta a las Familias Grattissimam sane,17). La familia, ciertamente, nacida de la íntima comunión de vida y de amor conyugal fundada sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer, posee una específica y original dimensión social, en cuanto lugar primario de relaciones interpersonales, célula primera y vital de la sociedad (Vat. II, Decre. Apostolicam actuositaten 11): es una institución divina, fundamento de la vida de las personas y prototipo de toda organización social.
(Librería Editrice Vaticana, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, capítulo quinto p. 119-120)
En la familia se aprende a conocer el amor y la fidelidad del Señor, así como la necesidad de corresponderle (cf. Ex 12,25-27; 13,8-14; Dt 6,20-25); los hijos aprenden las primeras y más decisivas lecciones de la sabiduría práctica a las que van unidad las virtudes (cf. Pr 1,8-9¸4, 1-4; 6,20-21). Por todo ello, el Señor se hace garante del amor y de la fidelidad conyugales (cf. Mt 2.14-15).
Jesús nació y vivió en una familia concreta aceptando todas sus características propias y dio así una excelsa dignidad a la institución matrimonial, constituyéndola como sacramento de la nueva alianza (cf. Mt 19,3-9). En esta perspectiva, la pareja encuentra su plena dignidad y la familia su solidez.
Iluminada por la luz del mensaje bíblico, la Iglesia considera la familia como la primera sociedad natural, titular de derechos propios y originarios, y la sitúa en el centro de la vida social: relegar la familia “a un papel subalterno y secundario, excluyéndola del lugar que le compete en la sociedad, significa causar un grave daño al auténtico crecimiento de todo el cuerpo social”. (Juan Pablo II, Carta a las Familias Grattissimam sane,17). La familia, ciertamente, nacida de la íntima comunión de vida y de amor conyugal fundada sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer, posee una específica y original dimensión social, en cuanto lugar primario de relaciones interpersonales, célula primera y vital de la sociedad (Vat. II, Decre. Apostolicam actuositaten 11): es una institución divina, fundamento de la vida de las personas y prototipo de toda organización social.
(Librería Editrice Vaticana, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, capítulo quinto p. 119-120)
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