LA FAMILIA, CÉLULA VITAL DE LA SOCIEDAD
II, La importancia de la familia para la sociedad
La familia, comunidad natural en donde se experimenta la sociabilidad
humana, contribuye en modo único e insustituible al bien de la sociedad.
La comunidad familiar nace la comunión de las personas: La “comunión” se refiere a la relación personal entre el “yo” y el “tú”. La “comunidad”, en cambio, supera este esquema apuntando hacia una “sociedad”, en “nosotros”. La familia, comunidad de personas, es por consiguiente la primera “sociedad” humana”.
Una sociedad a medida de la familia es la mejor garantía contra toda
tendencia de tipo individualista o colectivista, porque en ella la persona
es siempre el centro de la atención en cuanto fin y nunca como medio.
Es evidente que el bien de las personas y el buen funcionamiento de la sociedad están estrechamente relacionados con “la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar. Sin familias fuertes en la comunión y estables en el compromiso, los pueblos de debilitan.
En la familia se inculcan desde los primeros años de vida los valores morales, se transmite el patrimonio espiritual de la comunidad religiosa y el patrimonio cultural de la Nación. En ella se aprenden las responsabilidades sociales y la solidaridad.
Ha de afirmarse la prioridad de la familia respecto a la sociedad y al Estado.
La familia, al menos en su función procreativa, es la condición misma de la existencia de aquéllos. En las demás funciones es pro de cada uno de sus miembros, la familia precede por su importancia y valor, a las funciones de la sociedad y el Estado deben desempeñar. La familia, sujeto titular de derechos inviolables, encuentra su legitimación en la naturaleza humana y no es en el reconocimiento del Estado. La familia no está, por tanto, en función de la sociedad y del Estado, sino que la sociedad y el Estado están en función de la familia. Todo modelo social que busque el bien del hombre no puede prescindir
de la centralidad y de la responsabilidad social de la familia.
La sociedad y el Estado, en sus relaciones con la familia, tienen la obligación de atenerse al principio de subsidiaridad. En virtud de este principio, las autoridades públicas no deben sustraer a la familia las tareas que pueden desempeñar sola o libremente asociada con otras familias; por otra parte, las mismas autoridades tienen el deber de auxiliar a la familia, asegurándole las ayudas que necesita para asumir la forma adecuada todas sus responsabilidades.
(Librería Editrice vaticana, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, capítulo quinto p. 121-122)
(Librería Editrice vaticana, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, capítulo quinto p. 121-122)
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