jueves, 21 de noviembre de 2024

TIERRA SANTA
Altiplano Occidental: Alta Galilea
Relato 38/3

 HAZOR. El Tel Hazor es el más grande de Palestina. El libro de Josué (Jos 11,10) narra la toma de Hazor, denominada “capital de todos aquellos reinos”. Su posición estratégica controlaba la comunicación entre Mesopotamia y Egipto, lo que la constituía en la capital más importante de Canaán. Se la cita, desde el s. XIX a.C., en los archivos de Mari y en las cartas de Tel el Amarna.

      El rey Salomón fortifico las murallas de Hazor y estableció en ella residencia de su caballería (1R 9,15-19). El año 732 es tomada por el rey asirio Teglatfasar III.
      Aparece citada de nuevo (1M 11,67), con motivo de la batalla de Jonatán Macabeo contra Demetrio II (144 a.C.).

 LAS EXCAVACIONES. Dirigidas por el profesor Yadin, en 1955-58 y en 1968-70 permiten reconstruir la historia del lugar y la naturaleza de sus asentamientos, a lo largo de 21 estratos diferentes aparecidos, desde la primera “ciudad” en lo alto del montículo (III milenio a. C.) hasta su destrucción por los invasores asirios el año 732 a. C. El tel ocupa una superficie de 80 hectáreas. El momento de mayor esplendor se corresponde con el siglo XVIII a. C., cuando se construye la Ciudad Baja, fortificada con un “glacis” que protegía las diferentes estructuras: templos, edificios públicos y casas privadas. Etapas de destrucción y una nueva reedificación de la ciudad explican los estratos XVIII al XIII.

      La última y definitiva destrucción del Hazor cananeo, tiene lugar al final del siglo XIII a. C. coincidiendo con la conquista israelitas (Jos 11), aunque Jc. 4 aparece nuevamente como gran ciudad del rey Jabín. El estrato XI presenta unas ruinas de Hazor idénticas a las de otros asentamientos israelitas en Galilea.
      La Ciudad Alta comprende XII estratos hasta el periodo helenístico (ss. III-II a. C.), alcanzando su antiguo esplendor y extensión en tiempo de Salomón (1R, 9,15) con construcciones todavía sorprendentes. El 732 a. C. Hazor fue destruida por los asirios, quedando deshabitada salvo en ocasiones esporádicas.
      En la Ciudad Baja se encuentran, en diferentes áreas: templos, estelas, figuras de divinidad lunar, piedras de altar, una placa de bronce cananea y una inscripción acádica. Merece la consideración el templo del estrato I-b que consta de pórtico, atrio y santo de los santos. En general, su plan es semejante al templo de Salomón. Resulta original en el mismo una hilera de bien tallados ortostatos de basalto, alrededor del pórtico y santo de los santos. El descubrimiento más importante es el sistema hidráulico subterráneo. La hondura del pozo es de 30 m. y el túnel que conduce a la fuente de 25 m. de largo por 4,5 m. de ancho.
      En la Ciudad Alta figuran, in situ, “los establos de Salomón”, palacio-ciudadela, templo, paredes a casamata, puerta a tenaza parecida a las Gezer y Meguido, almacenes, una bemá (lugar alto) con sus navetas de culto, la ciudadela israelita ofrece indicios suficientes que nos hablan de todos y cada uno de los periodos de la ocupación israelitas, desde el siglo XII al VIII.
      Arqueólogos de la Universidad Hebrea, dirigidos por Ben Tur, la Complutense de Madrid y la de Pasadena han iniciado, después de 21 años, nuevas campañas arqueológicas en Hazor. Se ha dado ya con un edificio del siglo XVII a. C. en plena acrópolis. Se supone que se trata del palacio del rey, y aún esperan descubrir los archivos reales, a partir del hallazgo de una tableta cuneiforme en que aparece escrito el nombre de Jabín, rey de Hazor, en lengua babilónica antigua, lo que muestra relaciones comerciales y culturales intensas con los reinos vecinos de Mari y Siria. También, una estatuilla de una divinidad cananea, sedente, de 30 cm. de alto, la única de estas dimensiones.
      En el museo de cercano Kibutz Ayalet Hashajar (lucero de la mañana), se encuentra un modelo de los templos superpuestos y muchos de los elementos encontrados en las sucesivas excavaciones. (continúa)
                (Teodoro López, Carlos Sáez, Ángel Martín, Peregrinación a Tierra Santa, relato 38/3 p.92-94)

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