LA FAMILIA, CÉLULA VITAL DE LA SOCIEDAD
III, El matrimonio, fundamento de la familia
La familia tiene su fundamento en la libre voluntad de los cónyuges de
unirse en matrimonio, respetando el significado y los valores propios
de esta institución, que no depende del hombre, sino de Dios mismo.
“Este vínculo sagrado, en atención al bien, tanto de los esposos y de la prole como de la sociedad, no depende de la decisión humana. Pues es el mismo Dios el autor del matrimonio, el cual ha dotado con bienes y fines varios” (Vaticano II, Constitución Gaudium et Spes, n. 48) Ningún poder puede abolir el derecho natural al matrimonio
ni modificar sus características ni su finalidad. El matrimonio
tiene características propias, originarias y permanentes.
“A pesar de los numerosos cambios que han tenido lugar a lo largo de los siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales, en todas las culturas existe un cierto sentido de la dignidad de la unión matrimonial, aunque no siempre se trasluzca con la misma claridad” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1603)El matrimonio tiene como rasgos característicos:
“La totalidad, en razón de la cual los cónyuges se entregan recíprocamente en todos los aspectos de la persona, físicos y espirituales; la unidad que los hace “una sola carne” (Gn 2,24); la indisolubilidad y la fidelidad que exige la donación recíproca y definitiva; la fecundidad a la que naturalmente está abierta. El sabio designio de Dios sobre el matrimonio -designio accesible a la razón humana, no obstante, las dificultades debidas a la dureza del corazón (cf. Mt 19,8; Mc 10,5).La poligamia es una negación radical del designio original de Dios “porque es contraria a la igual dignidad personal del hombre y de la mujer, que en el matrimonio se dan con un amor total y por lo mismo único y exclusivo”. (Juan Pablo II, Familiaris consortio, 13)
El matrimonio, en su verdad “objetiva”, está ordenado
a la procreación y educación de los hijos.
” La unión matrimonial, en efecto, permite vivir en plenitud el don sincero de sí mismo, cuyo fruto son los hijos, que, a su vez, son un don para los padres, para la entera familia y para toda la sociedad. (Juan Pablo II, Gatissimum sane 11)El matrimonio, sin embargo, no ha sido instituido
únicamente en orden a la procreación
“El Evangelio enseña que la esterilidad física no es un mal absoluto. Los esposos que, tras haber agotado los recursos legítimos de la medicina, sufren por la esterilidad, deben asociarse a la Cruz del Señor, fuente de toda fecundidad espiritual. Pueden manifestar su generosidad adoptando niños abandonados o realizando servicios abnegados en beneficio del prójimo. (Catecismo de la Iglesia Católica n. 2379 (Librería Editrice vaticana, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, edición 2005, p. 122-124)
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