martes, 26 de noviembre de 2024

PREPARACIÓN PARA LA CELEBLACIÓN
DE LA SANTA MISA
Obstáculos: el sentimentalismo. Romano Guardiani, capítulo 21/1

      El sentimentalismo consiste en la necesidad de sentirse conmovido por algo, en cada caso, por algo agradable o que proporciona felicidad, por algo doloroso o espantoso grande y noble o débil y desvalido. Uno tiene más necesidad de ello, otro la tiene en menor medida, pero cada uno en cierta manera y en cierta forma. Es notable, pero esta disposición anímica se encuentra particularmente en aquéllos que no parecen dotados de mucha sensibilidad, como son los intelectuales, hombres voluntariosos y disciplinados, por naturaleza sobrios y prácticos. Con esto queremos decir que el sentimentalismo significa una cosa diferente del verdadero sentimiento. Éste último puede ser fuerte, diáfano y puro, pero, por el contrario, el sentimentalismo está relacionado con la sensibilidad. Por eso, se encuentra principalmente en hombres que no tienen un carácter puro, determinado por valores nobles. Pero también se halla, como ya dijimos, en aquéllos que aparentemente se basan en el carácter, en la voluntad y en la disciplina, pero que simplemente se deslizan hacia la mediocridad.

     Todo esto vale también para lo religioso en general. El modo como el hombre sentimental concibe las formas religiosas; las verdades que él privilegia; las frases que repite en su boca y su comportamiento en general… todo se basa en la necesidad de sentirse conmovido. Hasta cierto punto no se puede decir mucho contra esto, ya que es precisamente una disposición natural, al igual que lo es una inteligencia mediocre o un músculo débil. Pero, en cuanto esta disposición natural se constituye en determinante, produce consecuencias funestas, ya que despoja de su grandeza a la revelación, convierte en estañas a las figuras religiosas y a la vida espiritual en algo flácido, débil, antinatural y desagradable. Ejemplo de esto lo encontramos en todas partes, simplemente tenemos que tener en cuenta los libros de meditación y los de oración, que se difunden por todas partes, así como el arte religioso habitual, o considerar el modo en que se habla de la Pasión de Cristo o d ellos pobres de espíritu. Ante todo, ha caído bajo su influencia nefasta una imagen y una invocación como la del Corazón de Jesús. En sí, esta “devoción” pertenece a lo más profundo que ha producido la piedad cristiana, pero ella debería acrecentarse por la majestuosidad de la verdad revelada, perfeccionada por la fuerza del sentimiento de Cristo, es decir, debería ser pura y noble. Pero, por el contrario, en general, esta devoción sólo es de una debilidad y antinatural insoportables.

      Todavía habría mucho por decir. En todo caso, el sentimentalismo existe y tiene mucha fuerza. La celebración comunitaria de la misa le resulta pesada al sentimentalista, ya que experimenta la acción sagrada como algo áspero y frío, como algo que no tiene interioridad y que no permite ningún acercamiento, como algo que ni consuela ni edifica.

      Por este motivo, el sentimentalismo busca imponerse a esto y realiza la santa Misa a su modo: el altar, cuya fisonomía nunca debería abandonar ni remotamente la forma de la mesa sagrada, se convierte en una estructura lujosa con adornos, lamparitas y angelitos; la acción se llena de ceremonias que deberían afectar a la fantasía; la vestimenta del monaguillo es elegante y vistosa. El texto y la melodía de los cantos se torna artificioso, afectado; en lugar de un misal con sus textos magníficamente redactados, pululan devocionarios llenos de reproducciones artísticas y afectos débiles y falsos. El memorial del Señor se convierte en una exposición “edificante”, y la participación colectiva en la celebración sagrada se vuelve un acontecimiento emotivo. (continúa)
                        (Romano Guardini, Celebración de la Santa Misa / Obstáculos: el sentimentalismo, 21/1, p. 80-81)

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