Obstáculos: el sentimentalismo. Romano Guardiani, capítulo 21/2, último
través de los siglos hasta el fin d ellos tiempos. ¿Pero de qué manera? ¿Cómo “hace esto"? En la figura austera del acto litúrgico.
Para comprender mejor lo que estamos
diciendo, deseamos preguntar lo siguiente: ¿qué configuración hubiera adoptado
este “hacer”, si hubiese quedado confiado simplemente al sentimiento piadoso,
el que muchas veces se equipara con el sentimentalismo? Para responder a esta
pregunta, sólo tenemos que mirar los numerosos devocionarios existentes.
En la Última Cena y en el Gólgota, cuando
se tiene presente todo esto, se ven los esfuerzos que fueron necesarios para
configurar alto tan noble, verdaderamente inspirados por Dios, como lo es la
Santa Misa.
En ella no hay ni calco ni contemplación
sentimental. Lo que ocurrió en el Gólgota en general no aparece, sino que
permanece fuera del conjunto. La acción está determinada por el acontecimiento
de la Última Cena en el Cenáculo. Es probable que una de las tareas más
importantes de la renovación religiosa sea redescubrir el ámbito del auténtico
misterio y el comportamiento que ha de adoptarse ante él, que precisamente no
tiene en sí nada de sentimental. Este comportamiento no sólo rehúsa mitigar con
engaños lo que debe ser creído, más bien lo afirma en todo su rigor. Aquí, en
el estilo propio de la liturgia, quizás es el único lugar en el que todavía
subsiste y puede ser enseñada la verdadera disciplina del arcano.
La forma de la Misa aspira a justamente
lo contrario de aquello que pretende el sentimentalismo: ser conmovido y
recurre a actos enternecedores, que permiten experimental lo horrendo o el
desamparo; a palabras que brotan del sentimiento; a conversaciones ficticias, a
imágenes estremecedoras, etc. Nada de esto se encuentra en la Misa, por eso el
sentimental tiene la alternativa tanto de no relacionarse en ella con nadie y
recluirse en devociones particulares o de adulterar su carácter y hacer de ella
una forma enfermiza del misterio de la Pasión, o también puede tener la
valentía de observarse a sí mismo y examinar sus propios sentimientos. Se debe
superar el sentimentalismo, de lo contrario, no se establece una relación
correcta con la Santa Misa. El individuo debe renunciar de entrada a juzgarla
de acuerdo con su sentimiento y deseo personales, porque ella es la estructura
configurada por la Iglesia para cumplir el mandato del Señor.
En consecuencia, quien cree realmente, es
decir, quien quiere obedecer a la revelación, también tiene que hacerlo aquí y
someter su sentimiento a esta regla. Para el que aquí está obrando, será
evidente una vida completamente distinta de la de su propia individualidad, ya
que se encontrará con sentimiento que provienen de las profundidades de Dios,
la interioridad de Cristo le saldrá al encuentro y experimentará las fuerzas
que actúan en el interior de la Iglesia.
*****************************
No hay comentarios:
Publicar un comentario