jueves, 24 de abril de 2025

LA FAMILIA, CÉLULA VITAL DE LA SOCIEDAD
b. (1). La familia es el santuario de la vida

 230.  El amor conyugal está por su naturaleza abierto a la acogida de la vida. (Catecismo de la Iglesia Católica n. 2366). En la tarea procreadora se revela de forma eminente la dignidad del ser humano, llamado a hacerse intérprete de la bondad: y de la fecundidad que proviene de Dios: “La paternidad y la maternidad humanas, aún siendo biológicamente parecidas a las de otros seres de la naturaleza, tienen en sí mismas, de manera esencial y exclusiva, una “semejanzacon Dios, sobre la que se funda la familia, entendida como comunidad de personas unidas en el amor.

      La procreación expresa la subjetividad social de la familia e inicia un dinamismo de amor y de solidaridad entre las generaciones que constituye la base de la sociedad. Es necesario redescubrir el valor social de partícula del bien común ínsita en cada nuevo ser humano: cada niño “hace de sí mismo un don a los hermanos, hermanas, padres, a toda la familia. Su vida se convierte en don para los mismos donantes de la vida., los cuales no dejarán de sentir la presencio del hijo, su participación en la vida de ellos, su aportación a su bien común y al de la comunidad familiar”. (Juan Pablo II, Gratissimam sane, 11)   

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 231. La familia fundada en el matrimonio es verdaderamente el santuario de la vida, “el ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y protegida de manera adecuada contra los múltiples ataques a los que está expuesta, y puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano” (Juan Pablo II, Centesimus amnus, 39)

      Las familias cristianas tienen, en virtud del sacramento recibido, la peculiar misión de ser testigos y anunciadoras del Evangelio de la vida. Es un compromiso que adquiere, en la sociedad, el valor de verdadera y valiente profecía. Por este motivo, “servir el Evangelio de la vida supone que las familias, participando especialmente en asociaciones familiares, trabajan para que las leyes e instituciones del Estado no violen de ningún modo el derecho a la vida, desde la concepción hasta la muerte natural, sino que la defiendas y promuevan” (Juan Pablo II, Carta encíclica Evangelium vitae 93)

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 232. La familia contribuye de modo eminente al bien social por medio de la paternidad y la maternidad responsables, formas peculiares de la especial participación de los cónyuges en la obra creadora de Dios. (Concilio Vaticano II, Constitución. Pastoral Gaudium et spes 50).

      La carga que conlleva esta responsabilidad, no se puede invocar para justificar posturas egoístas, sino que debe guiar las opciones de los cónyuges hacia una generosa acogida de la vida: “En relación con las condiciones físicas, económicas, psicológicas y sociales, la paternidad responsable se pone en práctica, ya sea con la deliberación ponderada y generosa de tener una familia numerosa, ya sea con la decisión tomada por graves motivos y en el respeto de la ley moral, de evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido”. (Pablo VI, Carta encíclica Humanae vitae, 10). Las motivaciones que deben guiar a los esposos en el ejercicio responsable de la paternidad y de la maternidad, derivan del pleno reconocimiento de los propios deberes hacia Dios, hacia sí mismos, hacia la familia y hacia la sociedad en una justa jerarquía de valores. 
            (Librería Editrice vaticana, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, (b, 1) edición 2005, p. 131-133)

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